Introducción
Módulo 1: Fundamentos de la Transformación de Conflictos
Módulo 2: Comprendiendo el conflicto I - Bases y Enfoques
Módulo 3: Comprendiendo el conflicto II - Herramientas
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Constructores(as) de red

En una de sus muchas conferencias que Lederach ha dado alrededor del mundo, un día decidió cambiar el nombre del enfoque “desde el centro hacia afuera” y escribió en lugar de ello “el enfoque red” o “el enfoque de la telaraña”

¿Por qué la imagen de la telaraña?

Aquí encontramos algunas reflexiones clave que John Paul Lederach expuso en su inspirador libro “La imaginación moral”.

La ocupación del espacio y la creación de la red es un proceso continuo y extraordinariamente dinámico. En contra de la imagen popular, el espacio y las conexiones nunca son estáticos.

Las arañas practican el arte de “esconderse a la vista” para “vivir en la red”. Los viajes y la invisibilidad siguen siendo características fundamentales de sus vidas.

Las redes pueden tejerse en el mismo espacio o en espacios ligeramente diferentes hasta cinco veces al día.

Sin embargo, la mayor capacidad de las arañas… es su intuición sobre el espacio, su habilidad para ver y comprender la naturaleza de su entorno, los contornos y las potencialidades de un lugar determinado. Y deben hacerlo una y otra vez, siempre con un riesgo y una vulnerabilidad considerables para ellas mismas.

El propio lenguaje utilizado para describir el proceso de creación de redes es, en sí mismo, un léxico de construcción de redes para el cambio social estratégico, que puede superponerse fácilmente a lo que ahora aparece en comparación como una pirámide estática y monótonamente poco interesante de la construcción de la paz.

Aprendamos de la araña.

El proceso de construcción de una red

La araña básicamente sigue tres grandes pasos que llevan a la construcción de cuadros o marcos necesarios en el proceso de construcción y reconstrucción de una red.

Marco A: Iniciar una red

La telaraña comienza cuando la araña tiende un puente sobre un espacio determinado, colocando una línea de arrastre y luego entrecruzando los soportes para crear una simple estrella. La estrella se ancla uniendo algunos hilos en lugares distintos, a menudo opuestos, alrededor del espacio, pero todos se unen en una intersección llamada el centro (o “hub” en inglés).

El centro, visualmente, es el lugar en el que los hilos iniciales se juntan cuando la araña se mueve desde diferentes puntos estratégicos de su entorno. A través del ancla exterior y los puntos centrales interiores, se crea la esencia del marco de la telaraña.

Marco B: Fortalecer la red

Un segundo conjunto de hilos completa el marco uniendo los puntos de anclaje a lo largo de los bordes exteriores, creando un círculo exterior.  A continuación, la araña se desplaza desde esos puntos hasta el centro, reforzando la conexión del núcleo con el círculo exterior mediante una serie de radios. Los radios se parecen mucho a los radios de las ruedas desde el buje o centro hasta el cuadro.

El centro se expande, los bordes de anclaje se conectan, la telaraña toma ahora una forma visible aunque esquelética.

El resultado de este esfuerzo crea toda una serie de intersecciones a lo largo de la red.

Estas conexiones e intersecciones entrecruzadas cubren el espacio, al tiempo que mantienen un fuerte eje central. El objetivo es crear una red que tenga la capacidad de recibir golpes e incluso daños estructurales en una parte sin que esos puntos de daño destruyan el resto de la red.

La estructura de la red combina conexiones interdependientes con independencia localizada. La fuerza se construye creando una coordinación en el centro sin centralización.

Marco C: Consolidar la red

A este armazón exterior de la rueda y al centro, se añaden espirales auxiliares.  Estos filamentos son más resistentes, más gruesos y más pegajosos. Las espirales rodean el cubo, creando una serie de círculos concéntricos de menor a mayor tamaño que imitan la forma que han adoptado el cubo y el bastidor exterior. Ahora existe toda una serie de círculos desde el cubo interior más pequeño hasta el borde exterior más grande.

Por último, los espacios que quedan entre los círculos concéntricos se rellenan con hilos de captura elásticos. Curiosamente, la elasticidad es una estrategia de resiliencia.

Los hilos de algunas arañas llevan incorporadas cuentas que se desenrollan cuando algo pesado golpea la telaraña, lo que permite que toda la telaraña ceda pero no se rompa. El relleno de los espacios entre los círculos concéntricos se realiza mediante un movimiento continuo, trabajando hacia el centro y luego volviendo hacia el marco exterior.

El último trabajo lleva a la araña de vuelta al centro, donde “reconstruye el centro o núcleo y se instala allí para esperar la comida” (Conniff, 2001: 36).

Capacidad estratégica y creativa de adaptación

Todo este esfuerzo de hacer una telaraña requiere un profundo compromiso con la innovación y la flexibilidad. El resultado final y el proceso de creación del resultado final se caracterizan por la capacidad de adaptarse a los contornos cambiantes, a los entornos siempre cambiantes y a las intrusiones inesperadas.

Por lo tanto, una telaraña nunca puede considerarse permanente, fija o rígida. El genio de la araña reside en su capacidad para adaptarse, remodelar y rehacer su red de conexiones dentro de las realidades que se presentan en un espacio determinado.

A menudo pensamos erróneamente que las criaturas, como las arañas, operan puramente por instinto, como si el instinto careciera de creatividad. En realidad, la construcción de una red, hasta cinco veces al día, es un acto continuo de respuesta espacial estratégica e imaginativa.

Por muy complejos que sean los “programas”, patrones o predisposiciones heredados, deben adaptarse a la situación inmediata en la que se encuentra la araña. Por muy determinada que sea la herencia genética de uno, aún debe, por así decirlo, tejerse en el presente, una actividad que necesariamente implica tanto una receptividad a las formas y texturas específicas de ese presente como una creatividad espontánea para ajustar el propio yo (y la propia herencia) a esos contornos. (1996: 50).

¿Cuál es la relevancia de estas arañas y de la creación de redes para la construcción de la paz?

La respuesta radica en comprender que el cambio constructivo, quizás más que cualquier otra cosa, es el arte de tejer estratégica e imaginativamente redes relacionales a través de los espacios sociales en un entorno de conflicto violento prolongado. Con el cambio social constructivo en mente, consideremos por un momento cómo el biólogo Bill Eberhard explica lo que las arañas deben lograr al tejer una red:

Se trata de un animal esencialmente ciego con un sistema nervioso limitado que construye una estructura complicada en un entorno imprevisible. La araña hace lo que para un ser humano serían cálculos muy complejos:

  • “¿Qué tamaño tiene el espacio abierto?
  • ¿De cuánta seda dispongo?
  • ¿Qué puntos de sujeción hay disponibles?”.

Como sugiere Abram, las arañas no son máquinas programadas. Son receptivas y creativas. Como dice Eberhard, “las arañas no son autómatas”. Se refiere tanto a su creatividad como a su flexibilidad. “Son flexibles. Y no son estúpidamente flexibles, son inteligentemente flexibles”. (Connif, 2001:36).

¿La relevancia?

Sostener un cambio constructivo en entornos de violencia requiere preguntarse precisamente esto:

¿Cómo construimos una estructura estratégica de conexiones en un entorno imprevisible, una estructura que comprenda y se adapte continuamente a los contornos de una geografía social dinámica y pueda encontrar los puntos de unión que harán que el proceso se mantenga?

Construir el cambio social es el arte de ver y construir redes. El alma del cambio sostenible requiere la destreza de una araña. Debemos aprender a ser “inteligentes y flexibles” en la construcción de redes.

La construcción de la paz, al igual que la creación de redes, es un proceso de creación de “estructuras complicadas en un entorno imprevisible”. Sin embargo, la clave de esa complejidad se encuentra una vez más en el arte de la simplicidad. Consideremos tres principios de aplicación que surgen del tejido de telarañas y que podemos aplicar a la construcción de un cambio social constructivo en entornos de conflicto y violencia.

Comprender la geografía social

La creación de redes es hipersensible a los contornos del espacio y las conexiones. La clave de este proceso es la capacidad de localizar puntos de anclaje estratégicos que vinculen a grupos, procesos y localidades geográficas diferentes pero necesariamente interdependientes si se quiere generar y mantener el cambio. En concreto, quienes construyen el cambio social deben tratar de vincular intencionadamente a personas que no son afines ni están situadas en el mismo contexto.

Los constructores de la paz, sea cual sea su ubicación o sus convicciones, deben eliminar la noción errónea de que el cambio puede producirse independientemente de las personas que no tienen una mentalidad común y no están situadas en un espacio social, político o económico similar.

Esto es válido tanto para los diplomáticos de alto nivel como para los trabajadores comunitarios locales. La interdependencia lo es. Y punto.

El cambio constructivo y la paz no se construyen intentando ganar adeptos a uno u otro bando, ni forzando la mano de uno u otro. La confección de redes sugiere que la red del cambio se arma reconociendo y construyendo espacios relacionales que no existían o que deben fortalecerse para crear un todo que, como la tela de araña, haga que las cosas se mantengan. Estas son las habilidades fundamentales de saber quién y saber dónde.

Pensar siempre en las intersecciones

Busque y construya centros donde los espacios relacionales cruzados conecten a los que no son afines, los que no piensen igual y a los que no están situados en los mismos espacios. Al igual que el hub estrella de la red, el centro se mantiene, pero no es un hub centralizado que controla. Tampoco se trata de un centro que se construye basado en la búsqueda de moderados en un espectro político.

Recordemos que estamos pensando en espacios sociales y observando dónde se reúnen las cosas, incluso cuando esos lugares de encuentro son aparentemente intrascendentes. Pensemos en los espacios de relación y en los lugares donde se cruzan las relaciones. Esos son los espacios que crean múltiples conexiones coordinadas e independientes que construyen la fuerza. Una araña vuelve con más frecuencia a los lugares de actividades tipo centro.

En la construcción de la paz, los centros relacionales que mantienen, crean y sostienen las conexiones son fundamentales.

Un enfoque centrado en las relaciones debe ver los espacios de intersección, tanto los que existen como los que pueden crearse.  Éstos son el centro, el corazón que palpita los ritmos del cambio.

Ser inteligentemente flexible

La flexibilidad inteligente es la capacidad de adaptarse, responder y aprovechar los retos emergentes y basados en el contexto. Los científicos llaman a las arañas “actores del movimiento continuo”. La construcción de la paz puede aprender de las arañas que hacer una red es el arte de crear plataformas para generar respuestas creativas más que crear la solución en sí misma.

Una plataforma representa la capacidad continua de generar procesos, ideas y soluciones. En la construcción del cambio social, hemos trabajado demasiado a menudo con la idea contraria. Esto es especialmente cierto en el caso de las negociaciones mediadas de alto nivel. Construimos una plataforma que produce una solución y luego deconstruimos la plataforma, asumiendo que la solución tiene permanencia. La experiencia sugiere lo contrario. Las soluciones son efímeras. La permanencia se encuentra en las plataformas adaptativas capaces de dar una respuesta continua. En la construcción de la paz, una plataforma se entiende mejor en la idea de espacios relacionales, la capacidad de mantener conjuntos de personas en interacción creativa.

La lección de los tejedores de telarañas es simplemente ésta: Las plataformas, que entienden y sostienen los espacios relacionales, deben adaptarse y ser inteligentemente flexibles en referencia al entorno cambiante y a los problemas, obstáculos y dificultades que surgen continuamente. La permanencia del cambio requiere la permanencia de la adaptación creativa.

Conclusión

De las muchas cosas que se han discutido desde que empezamos a explorar la pirámide de actores, hay tres ideas que ayudan a integrar la red de la vida para la construcción de la paz.

Pensar, sentir y seguir las relaciones.

Las relaciones son el corazón del cambio social. Las relaciones requieren que entendamos cómo y dónde se conectan las cosas y cómo esta red de conexiones ocupa el espacio social donde nacen los procesos de cambio y esperan vivir. La clave de la construcción de la paz es recordar que el cambio, para que se desencadene y luego se mantenga, debe vincular y poner en relación a conjuntos de personas, procesos y actividades que no están en la misma situación ni son de la misma opinión.

El reto de nuestros fracasos es que hemos sido incapaces de comprender la interdependencia de diferentes conjuntos de personas y procesos y reconocer cómo pueden interactuar de forma constructiva. En esencia, hemos pensado demasiado en la “gestión de procesos y la “generación de soluciones” y demasiado poco en los espacios sociales y la naturaleza de las relaciones interdependientes y estratégicas. Este es el papel clave de la imaginación moral: vislumbrar el lienzo que hace visibles los espacios relacionales y el entramado de la vida donde se ubica el cambio social.

Desarrollar la capacidad de ver y pensar estratégicamente en los espacios sociales.

Se trata de los lugares reales de la vida en los que las relaciones y plataformas inusuales tienen potencial para afectar al conjunto.

Esto significa que debemos desarrollar la capacidad de reconocer y construir los lugares del cambio social. Mercados, hospitales, escuelas, esquinas de las calles, aguaderos para el ganado, centros de servicios de transporte, clubes de fútbol para jóvenes: la lista es interminable y diferente en cada contexto.

Pensemos en los espacios sociales donde la gente se cruza de forma natural, de manera necesaria y a menudo inadvertida. Estos son los recursos del locus, el “dónde estratégico” de una geografía. Esta red de pensamiento, encontrar el lugar donde las relaciones y plataformas tienen potencial para afectar al conjunto.

Ser inteligentemente flexible.

Los procesos de cambio social constructivo y las plataformas que los sustentan pueden extraer grandes lecciones del mundo natural. La clave de la sostenibilidad no es la fuerza masiva o la fuerza mayor, sea cual sea la naturaleza de esa fuerza. Es la adaptabilidad: la capacidad de reconocer y luego adaptar con flexibilidad los procesos de respuesta que cambian de forma y de manera al tiempo que mantienen su propósito central de crear vida. El reto al que se enfrenta la imaginación moral a cada paso es cómo crear y responder a entornos cambiantes sin perder de vista el horizonte del cambio deseado. Nuestra mayor debilidad es aferrarnos a una forma o proceso concreto, lo que nos ciega tanto a la posibilidad de innovación como al horizonte del cambio deseado.

La construcción de paz vive en un entorno imprevisible. El reto es cómo trascender lo que existe y, al mismo tiempo, crear respuestas innovadoras a las necesidades que presenta el mundo real. Esa trascendencia surge de los espacios relacionales, de la comprensión de las conexiones y de la flexibilidad inteligente.

Aplicación práctica

En relación al conflicto que estás analizando, identifica las redes existentes y aplica lo aprendido a ello.

Para ello, te pueden ayudar algunas de las siguientes preguntas de reflexión:

  • ¿Quiénes son las arañas conectoras?
  • ¿Cuáles son las competencias que usan para tejer sus redes?
  • ¿Qué espacios sociales ya se aprovechan para conectar actores y crear relaciones?
  • ¿Qué espacios de intersección existen donde se encuentran personas con pensamientos diferentes o que provienen de espacios sociales distintos?
  • ¿Qué espacios pueden crearse?

Fuente: Lederach, John Paul. The Moral Imagination: The art and soul of building peace. 2005. Oxford University Press. New York. P. 75-86