Había una vez una profesora que llevaba muchos años enseñando en una pequeña escuela de un barrio desfavorecido de Be’er Sheva. Estaba guardando sus cosas después de las clases cuando entró un joven y se presentó: “Shalom. Me llamo Shachar y soy estudiante de la universidad. Vine por un proyecto de investigación que los estudiantes hicieron hace unos 10 años. Se trataba de los jóvenes de los barrios más pobres y su oportunidad de salir del círculo de la pobreza. ¿Tiene unos minutos?”

Ella asintió con una sonrisa y él le explicó que, en aquel momento, los estudiantes de sociología habían entrevistado a 50 jóvenes de los alrededores de esta escuela y, basándose en los resultados de la encuesta, habían hecho una valoración sobre si los entrevistados tendrían éxito en la vida. En ese momento, los estudiantes no dieron ninguna oportunidad real a ninguno de ellos. Al oír esto, la profesora enarcó una ceja, pero siguió escuchando.

“Como continuación del proyecto de investigación, ahora he revisado los resultados. Conseguí localizar a 45 de los 50 encuestados en ese momento. Todos ellos tienen un empleo digno e incluso exitoso. Afirman que les va bien y que son felices. Cuando les pregunté cómo habían conseguido superar las difíciles circunstancias de sus familias de origen, todos mencionaron a su profesora: ¡a usted! Ahora me muero por saber cómo ha conseguido demostrar que todas las predicciones son claramente erróneas”.

Sus ojos brillantes dieron la respuesta incluso antes de pronunciarla: “Amaba a los niños y niñas”.

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