Módulo 4: Diseñar caminos hacia la paz
Módulo 5.1. Intervenciones para la Resiliencia
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Marco integrado de transformación de conflictos (Lederach)

Planificación de intervenciones con el Marco Integrado de Consolidación de la Paz

La planificación y el análisis pueden realizarse de forma deductiva o inductiva, o ambos enfoques pueden utilizarse de forma complementaria.

Los enfoques inductivos de la planificación se basan en ideas o principios generales a partir de los detalles específicos del contexto del programa y las experiencias. Por ejemplo, puede desarrollar una metodología de programación general basada en programas piloto en tres barrios. O puede utilizar la Evaluación Rural Participativa (ERP) para un proceso inductivo de recopilación de información, análisis y planificación basado en la comunidad. El proceso de reflexión profesional en el que vamos a profundizar más adelante es un proceso inductivo, de construcción de teoría, que se basa en las experiencias cotidianas.

La planificación deductiva se refiere a sacar conclusiones sobre lo que hay que hacer en la programación basándose en ideas o principios generales. Los marcos o las herramientas de planificación deductiva pueden poner de relieve determinadas dimensiones del cambio que son importantes para que las y los facilitadores de la paz los tengan en cuenta en la programación. Una de estas herramientas que los profesionales han encontrado muy útil es el Marco Integrado de Construcción de la Paz de Lederach (1997). Se trata de una herramienta que proporciona ideas generales, o principios, sobre el cambio para ayudar a planificar la transformación. Otra herramienta que pueden utilizar las y los facilitadores es la matriz de reflexión sobre la práctica de la paz (Reflection on Peace Practice o RPP; véase Anderson y Olson, 2003).

Es interesante señalar que ambas herramientas se desarrollaron utilizando métodos inductivos. Incluimos aquí el Marco Integrado como herramienta de planificación porque puede ayudar a estimular la reflexión de las y los facilitadores de la paz sobre cómo sus actividades pueden repercutir en múltiples niveles de cambio, tanto a corto como a largo plazo.

Utilización del Marco Integrado para ayudar a planificar las intervenciones

Se dice que “lo que buscamos es lo que vemos”.

Los lentes con los que miran las y los facilitadores de la paz determinan lo que se ve.

En los módulos anteriores ya hemos explorado el pasado con sus diferentes horizontes temporales los cuales definen el tipo de intervenciones requeridas para construir la paz positiva.

Al planificar un cambio transformador, las y los facilitadores pueden utilizar el Marco Integrado para afinar el diseño de los programas basándose en un análisis de los problemas inmediatos a los que se enfrentan, así como del contexto relacional y sistémico, pensando al mismo tiempo en el horizonte temporal de la planificación del programa.

El Marco Integrado identifica cuatro niveles a los que se dirigen las actividades de consolidación de la paz:

  • temas del conflicto
  • relaciones
  • subsistemas
  • sistemas

En la siguiente figura, los cuatro niveles se presentan mediante los óvalos anidados en el eje vertical. Estos cuatro niveles se relacionan con las cuatro dimensiones del cambio que se han analizado anteriormente.

El marco añade un enfoque específico sobre los temas, asuntos o problemas inmediatos y concretos (comportamientos, acciones), como las peleas entre bandas juveniles, que las y los facilitadores de la paz pretenden afrontar y detener con sus intervenciones. Estos son los problemas y crisis inmediatos que exigen respuestas inmediatas.

El marco también pone de relieve los subsistemas. El lente de los subsistemas se centra en el área entre los niveles relacional y sistémico, o estructural. Se pregunta: “¿Quiénes son las personas a las que tienen acceso los facilitadores(as) de la paz y que son responsables de la comunidad?” Las personas e instituciones del nivel de los subsistemas proporcionan un punto de entrada a un cambio sistémico más amplio; en otras palabras, trabajar en el nivel de los subsistemas es una forma de empezar a efectuar un cambio estructural o cultural a pequeña escala.

El Marco Integrado subraya que, al planificar las intervenciones transformadoras, es importante abordar los problemas y las crisis inmediatas, así como trabajar para lograr el cambio estructural.

La planificación de la transformación también requiere pensar en los horizontes temporales del cambio. El trabajo en los cuatro niveles (problemas, relaciones, subsistemas, sistemas) suele requerir diferentes plazos de tiempo. El eje horizontal del Marco Integrado muestra una serie de óvalos que representan la planificación y la ejecución de intervenciones y actividades.

La actividad del programa suele comenzar con un periodo de días, o incluso meses, de intervención en crisis, en el que las y los facilitadores responden a crisis inmediatas y a corto plazo.

Le sigue una fase de preparación y formación, diseñada para mejorar la capacidad de respuesta al contexto relacional y sistémico, que puede durar uno o dos años.

Durante la tercera fase, el enfoque se desplaza hacia el diseño del cambio social, desarrollando teorías del cambio – evaluando cómo hacer el viaje desde “donde estamos” hasta “donde queremos estar” en cinco o diez años.

Al mismo tiempo, es necesario considerar el cambio generacional y la visión de adónde queremos ir “para que nuestros nietos(as) no sufran lo mismo”; la visión a largo plazo identifica lo que necesitamos construir a corto y medio plazo. En la planificación, es importante que los constructores de la paz sepan hacia dónde van, que tengan una visión y que desarrollen planes de intervención basados en esa visión. Es una buena práctica comenzar la planificación basándose en las lecciones y conocimientos ya aprendidos, como los recogidos en el Marco Integrado. Como profesionales reflexivos, sus planes de intervención serán moldeados por el contexto y cambiarán a medida que “actúen”, “observen” y “aprendan”.

Fuente:

Lederach, John Paul; Neufeldt, Reina; Culbertson, Hal. (2007). Reflective Peacebuilding: A Planning, Monitoring, and Learning Toolkit. Joan B. Kroc Institute for International Peace Studies, University of Notre Dame and Catholic Relief Services Southeast, East Asia Regional Office. (descargado 09.01.21)

Acá dejaremos presentar a John Paul Lederach su Marco Integrador de la Construcción de Paz con sus propias palabras.

Extracto de “Sobre el tiempo” (John Paul Lederach, 2010)

Cuando conectamos estas esferas anidadas que exploran el pasado en el marco integrado, podemos empezar a explorar los retos que plantean una serie de actividades que se practican cada vez más en el ámbito de la consolidación de la paz. El siguiente gráfico sugiere que podemos localizar estas actividades conectando nuestras esferas de la memoria con los niveles de conflicto.

El aumento y la evolución de las comisiones de la verdad y los tribunales de crímenes de guerra, por ejemplo, son esfuerzos por crear una responsabilidad pública y de todo el sistema por los crímenes y atrocidades cometidos en el periodo de violencia reciente. Se trata de iniciativas sociales, políticas y jurídicas que intentan llevar a la esfera pública un reconocimiento colectivo de lo sucedido, quiénes sufrieron, quiénes fueron los responsables y cómo deben rendir cuentas. Como indican quienes han estudiado estos fenómenos, todavía estamos en lo que podría llamarse esfuerzos exploratorios y experimentales para crear una verdad y una rendición de cuentas públicas adecuadas, pero cada vez somos más conscientes a nivel social y político de que tales esfuerzos deben llevarse a cabo (Hayner, 2001). El reconocimiento público, podríamos argumentar, es el sine que non para encontrar un lugar, una voz y una historia para las comunidades afectadas.

En el cuadrante inferior del garabato, situamos las iniciativas de justicia reparadora, que son alternativas a la formalidad de las nociones occidentales de jurisprudencia e incluyen enfoques como los programas de reconciliación entre víctimas y delincuentes o los círculos comunitarios (Zehr, 2002). Se trata de esfuerzos para explorar el impacto de las relaciones rotas en el contexto de relaciones interpersonales y comunitarias específicas. Para muchos, estos modelos pueden parecer de aplicación micro-orientada, pero ahí radica su genialidad. El ímpetu que impulsa los enfoques restaurativos no es uno que espere la política y la decisión del más alto nivel, ni asume que su acción particular proporciona una respuesta integral a los problemas de todo el sistema. Más bien, estos esfuerzos pintan un lienzo diferente de cambio social, que depende de las prácticas de accesibilidad, la reconexión de las personas en relaciones reales y la responsabilidad local.

Estas prácticas asumen que la capacidad de las personas para sanar y “restaurar” sus identidades y relaciones requiere una proximidad que toque la red de la vida comunitaria, que incluye tanto los acontecimientos recientes como las historias vividas de una comunidad.

El locus de la iniciativa se sitúa, por tanto, en el concurso de las relaciones actuales y la comunidad (Zehr, 2002).

El bloque central, que en el marco integrado más amplio conecta un nivel de análisis del subsistema con el marco temporal histórico que llamamos “historia recordada”, requiere la exploración de cómo surgen y se mantienen los traumas elegidos que implican a comunidades enteras e identidades étnicas y religiosas. Jaram Sawatsky (2003) sugirió que dicha exploración requiere algo más que la curación personal. Como dijo, para abordar el trauma generacional hay que “renegociar la historia y la identidad”.

El trauma colectivo más profundo va más allá del asesoramiento o del tratamiento de una forma de síndrome de estrés postraumático. Si bien implica a los individuos, este ámbito de la curación del trauma debe entenderse y desarrollarse de forma colectiva y comunitaria. Los recientes esfuerzos de Strategies of Trauma Awareness and Recovery (SSTAR), patrocinados conjuntamente con el Consejo Mundial de Iglesias de EE.UU. y el Programa de Transformación de Conflictos de la Universidad Menonita del Este, proporcionan una ilustración útil. La iniciativa programática comenzó como respuesta al trauma que sintieron los cuidadores de todas las tradiciones religiosas que vivían cerca de los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001.

En lugar de centrarse en la provisión de una curación directa del trauma, se hicieron esfuerzos para apoyar a los cuidadores en su contexto, conectando el trauma producido por ese evento y marco temporal particular con el contexto más amplio de un marco para la justicia y la construcción de la paz. El programa ha puesto en contacto a personas de entornos locales en Estados Unidos con homólogos que luchan por trabajar con el trauma sistémico en otras partes del mundo, como Colombia, Irlanda del Norte, los Balcanes y África Oriental y Occidental.

Sus esfuerzos exploran no sólo las implicaciones y desafíos de la curación a nivel de los individuos afectados, sino también cómo las respuestas al trauma y la curación pueden ser conceptualizadas como procesos sociales más amplios. Esto es exactamente lo que se entiende por “renegociar la historia y la identidad”, ya que atiende a las formas en que el trauma histórico relacionado con eventos violentos específicos forma y moldea la identidad de los individuos y de comunidades enteras, y cómo esos eventos pueden ser canalizados hacia un compromiso constructivo que responda a las necesidades individuales, pero que busque dar forma al público en general e incluso al ethos nacional.

En los extremos del marco integrado, al explorar el pasado, encontramos la captura de la memoria en la noción más ampliada de narrativa. En el ámbito de la mediación internacional, impulsada por los acontecimientos, no es una esfera de actividad fácil de conceptualizar. Para muchos, se siente demasiado remota y distante. La clave que abre una mayor comprensión bien puede encontrarse con una cuidadosa atención a las visiones del mundo de los pueblos indígenas. El titular del pacto de paz de los budong, en el norte de Luzón, comentó que perder un lugar geográfico significaba perder el pasado, y si el pasado se pierde, “dejamos de ser”.

La visión del mundo de los pueblos indígenas sugiere que la historia, el lugar y la identidad están vinculados. Entienden que la narrativa colectiva y la supervivencia están conectadas. En otras palabras, el “tiempo” no es una mercancía que se encuentre en una secuencia lineal en la que el pasado remoto y el futuro remoto estén separados en los extremos. La mejor manera de entender el tiempo es, como escribió el físico a Mbiti, como espaciotiempo. Y el espaciotiempo es un círculo.

Como sugiere el mundo indígena, el significado social, la identidad y la historia están vinculados a través de la narrativa, que conecta el pasado remoto de lo que somos con el futuro remoto de cómo sobreviviremos en la contienda de un presente expansivo en el que compartimos espacio y relación. El espacio de la narrativa (o historia profunda), el acto que vincula el pasado con el futuro para crear un significado en el presente, es un proceso continuo de recreación de la historia (restorying). En la noción de espacio-tiempo de Mbiti este era el lugar y el papel de la sabiduría acumulada, el wazee hukumuka, la memoria de los antiguos.

Una forma de entender los ciclos de violencia y los conflictos prolongados es visualizarlos como una narrativa rota. La historia de un pueblo es marginada o, peor aún, destruida por la cultura dominante, y con este acto se pierde el significado, la identidad y un lugar en la historia. Este es el reto más profundo de la construcción de la paz: Cómo reconstituir o restaurar la narrativa y, por tanto, restaurar el lugar de la gente en la historia. Para muchos de nosotros, que venimos de fuera de los escenarios de la violencia prolongada o pertenecemos a culturas que no han visto destruidas sus historias, quizás nos cueste entender esta noción de construcción de la paz como una narrativa restaurada. En Estados Unidos, uno de los ejemplos más conmovedores de este tipo de narrativa imaginativa se encuentra en el trabajo de Randall Robinson (2000) y la exploración de la responsabilidad por los siglos de esclavitud y racismo sistémico sufridos por la comunidad afroamericana.

A menudo se expresan fuertes reacciones en respuesta a sus peticiones de reparación y a las de otros. Es común una reacción que dice: “Lo que ocurrió estuvo mal, pero tuvo lugar hace siglos, con muchas personas diferentes que fueron responsables de la atrocidad entonces. ¿Cómo podemos ser hoy responsables de lo que ocurrió hace tanto tiempo?”. Lo que podemos observar en esta reacción es cómo el “tiempo” llega a ser definido por una comprensión individualista de la responsabilidad incrustada en una visión del mundo extraordinariamente estrecha de nuestro lugar tanto en el cosmos como en el cronos. El ethos occidental contemporáneo tiene poca e o ninguna imaginación de la ubicación en un espacio-tiempo más amplio y policrónico. Sin embargo, las narrativas profundas en entornos de conflicto prolongado piden que se repare esto.

Las profesiones relacionadas con la resolución de conflictos y la construcción de la paz también tienen problemas de espacio-tiempo. No tenemos una verdadera tradición de marcos que aborden la cuestión más profunda de la historia colectiva, la identidad y el lugar, ni una visión expansiva del tiempo. Nuestro modus operandi nos lleva a analizar y resolver problemas. La narrativa es útil para nuestro enfoque cuando se trata de establecer lo que ha sucedido para encontrar un sentido en los problemas y el horizonte que genera las soluciones.Cuando la narrativa profunda levanta la cabeza, escuchamos durante un tiempo, simpatizamos y hacemos una “comprobación de la realidad” definida por los parámetros de lo que es posible según la pragmática de la historia dominante existente.  Rara vez nos hemos comprometido con la búsqueda más profunda, que requiere una imaginación que explore la narrativa como una larga historia, la ubicación del lugar de pueblos enteros en la historia local, nacional y global, y como parte integrante de la curación colectiva y la construcción de la justicia.

Cuando la narrativa profunda se rompe, el viaje hacia el pasado que tenemos delante queda marginado, truncado. Perdemos algo más que los pensamientos de unos cuantos ancianos. Perdemos la orientación. Perdemos la capacidad de encontrar nuestro lugar en este mundo. Y perdemos la capacidad de volver a la humanidad.

Esta noción de espacio-tiempo, que se encuentra más claramente entre los pueblos indígenas, es en muchos aspectos el corazón de la imaginación moral, ya que requiere que reconozcamos y construyamos una narrativa imaginativa que tenga la capacidad de vincular el pasado y el futuro en lugar de forzar una falsa elección entre ellos.

El arte y el alma de tal vinculación van más allá de la visión más instrumentalista de la “narración” (storytelling) como etapa de resolución de problemas en la mediación. Por instrumentalista me refiero a la apertura de un pequeño espacio para que la gente cuente lo sucedido en los últimos acontecimientos, de manera que se pueda encontrar una solución a los problemas inmediatos. La restauración como narrativa imaginativa busca la historia social más profunda y el significado, no sólo de lo que sucedió, sino de cómo las historias están conectadas a un viaje mucho más profundo de descubrir lo que estos eventos significan para lo que somos como comunidades locales y globales.

Tenemos entre nosotros a quienes emprenden esos viajes, aunque no solemos concederles el lugar que les corresponde como constructores de la paz: los narradores, los sabios tradicionales, los chamanes, los curanderos. David Abram (1996:6) los llamó los magos cuya inteligencia “no está englobada dentro de la sociedad; su lugar está en el borde de la comunidad, mediando entre la comunidad humana y la comunidad más amplia de seres de los que el pueblo depende para su alimentación y sustento”.

Diez años después, la observación del sacerdote maya sobre el vacío en mi marco tiene mucho más sentido: La construcción de la paz requiere respeto por el centro y los bordes del tiempo y el espacio, donde el pasado profundo y el horizonte de nuestro futuro se cosen juntos, creando un círculo de tiempo. El círculo del tiempo, en constante movimiento, se mueve en torno a nuestras mayores preguntas:

  • ¿Quiénes somos?
  • ¿A dónde pertenecemos?
  • ¿Hacia dónde vamos?
  • ¿Cómo viajaremos juntos?

La capacidad de escuchar y luego comprometerse constructivamente con este nivel de indagación es el arte y el alma que conforman la imaginación moral.

Fuente:

Lederach, John Paul. 2005. The moral imagination: The art and soul of peacebuilding. Oxford University Press. New York and London. Pages 143-147. Traducido por Rita Muckenhirn. 09.01.22