Módulo 4: Diseñar caminos hacia la paz
Módulo 5.1. Intervenciones para la Resiliencia
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¿Qué nos mueve?

¿Qué nos mueve?

Los orígenes del presente marco se encuentran en la búsqueda de una respuesta a esta pregunta fundamental:

¿Por qué la gente hace lo que hace?

Para responder a esta pregunta hay que desentrañar los constructos que subyacen a los comportamientos y trazar un mapa de sus principales impulsores. Este “mapa teórico” (visualizado como modelo de impulsores del comportamiento) puede utilizarse como lista de comprobación para comprender los comportamientos (investigación), influir en ellos (programación) y seguir los cambios (seguimiento). En cualquier situación, un profesional podría volver a esta referencia conceptual para cuestionar los supuestos y asegurarse de que se han explorado los distintos impulsores posibles. Así se reducirían las posibilidades de centrarse demasiado en un determinante exclusivo o de pasar por alto factores clave.

El mapeo teórico ayuda a evitar los puntos ciegos que pueden surgir de un enfoque conceptual estrecho que inevitablemente sesga la visión del analista y conduce a evidencias incompletas.

Para abordar estos escollos, el marco ofrece una descripción sistemática de todos los factores de comportamiento de importancia empírica en la literatura.

En muchos casos, los modelos implícitos que subyacen a las estrategias e intervenciones de CTF son demasiado simplistas y giran en torno a la idea de que las personas no cambian sus prácticas porque no son conscientes y no saben: les falta información clave (las consecuencias, las alternativas, los riesgos, los beneficios, etc.) y hay que ilustrarlas o educarlas. Esta filosofía impulsada por los expertos postula que los seres humanos son plenamente racionales (no lo son) y ha influido incluso en la forma en que se etiquetan algunos enfoques, lo que se refleja en denominaciones como “educación sanitaria” o “promoción de la higiene”. A menudo, esto se traduce en una dependencia excesiva de campañas de comunicación que no se basan en el comportamiento y que pueden mapearse como se muestra en la siguiente imagen.

Imagen: La lógica de intervenciones tradicionales y dominantes para el cambio de comportamiento

Pero los comportamientos humanos son mucho más complejos. En muchos casos, las personas no se limitan a considerar los beneficios y los costes de una elección y luego toman una decisión racional sobre el mejor curso de acción. Sensibilizar al público sobre un problema puede ser importante para crear un entorno propicio al cambio, pero llevar a cabo campañas eficaces es bastante difícil (Kahan, 2013; Lilienfeld y Arkowitz, 2014). Además, el conocimiento y la concienciación por sí solos no predicen bien los comportamientos, dada la importancia de otros factores cognitivos, sociales y estructurales, y los múltiples efectos entre ellos (Ajzen, et al., 2011; Allen y Ferrand, 1999; Finger, 1994; Kollmuss y Agyeman, 2002).

Por ello, proporcionar a las personas la información adecuada rara vez se traducirá automáticamente en la “elección óptima”.

Las personas son muy emocionales y están influidas por su entorno, por quienes les importan y por otras personas con las que interactúan. Lo que ocurre alrededor de una persona -es decir, el contexto- importa tanto como lo que ella misma piensa.

Como resultado, la programación del cambio social y de comportamiento siempre debe consistir en estrategias y tácticas multifacéticas que ganen los corazones y las mentes de las personas, pero también que ganen a la multitud y moldeen el entorno para inducir acciones positivas (Bandura, 2001; Bronfenbrenner, 1994; Golden et al., 2015; Liu et al., 2017; Pajares, 2002; Rogers, 2010).

Por último, como la capacidad de procesamiento de la información es limitada, el ser humano recurre a atajos mentales, es decir, a la heurística. Estos heurísticos pueden fallar de forma sistemática, dando lugar a sesgos cognitivos que pueden traducirse en fallos “aparentes” en el juicio o en la toma de decisiones “lógicas” (Haselton, Nettle y Andrews, 2005; Laibson, 1997; O’Donoghue y Rabin, 1999a; Thaler, 1985). A fin de cuentas, la mayoría de los juicios y decisiones se toman de forma automática, no deliberada.

En consecuencia, en el núcleo de nuestro marco subyace la teoría de que el comportamiento individual está impulsado por una amplia gama de factores, incluidos los sociales y estructurales. Diversos factores internos y externos influyen en lo que los individuos creen, esperan, prefieren y, en última instancia, hacen. Estos factores entran en el marco como facilitadores o limitadores de la acción humana.

Asumiendo esta complejidad en relación al comportamiento individual aboga por una programación más basada en la evidencia, ya que es improbable que las soluciones por defecto y de talla única aborden los motivos correctos de la manera adecuada. La investigación formativa es la condición crítica.

Fuente:

Petit, V. (2019). El modelo de impulsores del comportamiento: Un marco conceptual para la programación del cambio social y de comportamiento. UNICEF. P. 6 – 8