Tomar conciencia sobre las dificultades que habitualmente enfrentamos en nuestros procesos de comunicación es el primer paso para el cambio. Sin embargo, no nos quedemos ahí, sino pongamos en práctica las diferentes “herramientas para mejorar la comunicación cotidiana en nuestras organizaciones” que encontraremos en la lección “Comunicación – Herramientas”.
El diálogo es algo más que un monólogo doble... Escuchar es la condición esencial para que el hablar tenga sentido.
Analicemos ahora de donde viene esta afirmación.
Monólogo:
Tú hablas y yo escucho (o estoy absorta en mis pensamientos).
En este caso, no hay control de la percepción, no hay retroalimentación, no hay preguntas, no hay pausas.
Monólogo doble:
Tú y yo hablamos alternadamente, escuchamos (parcialmente), pero nuestro pensamiento ya está en nuestra próxima respuesta.
En este caso, hay poco control de la percepción, poca retroalimentación, poca relación entre los argumentos de cada persona aunque sí hay algo de promoción de las ideas de cada uno.
Diálogo:
Yo hablo, tú escuchas atentamente y viceversa.
En este caso, la retroalimentación se produce mediante repeticiones o preguntas cortas.
Hay breves pausas en la conversación que no perturban el desarrollo de la misma.
Muchas personas tienden a valorar o comentar de inmediato todo lo que escuchan: “¡Esto me parece bien!” “Yo lo habría hecho de manera distinta.”
Generalmente estamos mucho más dispuestas al diálogo si notamos que nuestras interlocutoras consideran nuestros argumentos. “Ah, ¿ustedes ven esto así?”, preguntan eventualmente. “¿Qué quieres decir exactamente con esto?”
Esta manera de escuchar alienta nuestro interés para continuar hablando. Se aclarará en el transcurso de la conversación si nuestro(a) interlocutor(a) acepta o comparte nuestra opinión.
Cuando me involucro con un asunto, establezco una relación personal con el tema.
Al conversar con otras personas, me es útil tener una noción clara sobre mi relación con el tema.
Así puedo llevar la conversación a un nivel de objetivo y no estoy parcial, por hábito, por sentimientos o intereses.
Una gran parte de las comunicaciones interpersonales transcurren dentro de los roles establecidos:
En cada diálogo es útil tener claro los roles que jugamos y si ellos obstruyen la conversación, tratemos de dejarlos a un lado.
El conocimiento y acercamiento que tengamos con la otra persona contribuye a despojarnos de nuestros roles fijos.
Cada grupo social se expresa de manera diferente.
Y no nos estamos refiriendo aquí a idiomas extranjeros, sino a los lenguajes propios que establecemos al pertenecer a determinado grupo social.
Una promotora de agua y saneamiento, dentro de su terminología profesional utiliza palabras diferentes, según el grupo con quien esté estableciendo la comunicación.
La historia previa de una materia en discusión, la presencia de terceros (deseada o no), el apremio del tiempo u otras exigencias influyen también la comunicación.
Rangos
Cada persona tiene rangos. Y nuestra comunicación varía según éstos. El problema surge si no logramos tomar conciencia de estos rangos. Veamos un ejemplo:
La señora “fulana y tal” llega de una comunidad “X” a la oficina central de la empresa aguadora y pide hablar con la jefa. Directamente, la otra gente se pregunta: “¿Quién es? ¿Qué quiere? ¿Cómo una desconocida puede llegar aquí a querer hablar con la jefa? ¿Y viste su ropa? Anda de chinelas Rolter…”
Haciéndose estas preguntas, las demás personas tratan de determinar los rangos de esta señora “fulana y tal”. Es algo totalmente humano y normal. Este comportamiento nos ayuda en la vida a tomar decisiones rápidas. El problema viene cuando nos ponemos a pensar que si esta persona vende chinelas Rolter, entonces no tiene nada que decir.
¿Cuáles son tus rangos?
Tus rangos externos dependen de criterios externos a tu persona.
Tus rangos internos dependen de cómo te percibes a vos misma.
Para cuidar y mejorar cada vez más nuestra comunicación, podemos revisar nuestros propios filtros de comunicación. Para ello es muy útil el modelo de este cono:
Cada vez que comunicamos, nuestro pensamiento cruza inconscientemente las 7 partes del cono.
Y cada persona entonces construye mentalmente una realidad que determinará su forma de actuar.
Si nos ponemos a analizar por qué pensamos como pensamos, eso puede mejorar nuestra comunicación.
Y aquí una historia muy famosa de Paul Watzlawick que nos ejemplifica como funcionan los filtros de comunicación.
Un hombre quiere colgar un cuadro.
El clavo lo tiene, pero le hace falta el martillo. El vecino tiene uno.
Así pues, nuestro hombre decide pedir al vecino que le preste el martillo.
Pero le asalta una duda…
“¿Qué hago? ¿Y si no quiere prestármelo?
Ahora recuerdo que ayer me saludó algo distraído. Quizás tenía prisa.
Pero quizás la prisa no era más que un pretexto, y el hombre tiene algo en contra de mí.
¿Qué puede ser? Yo no le he hecho nada; algo se le habrá metido en la cabeza.
Si alguien me pidiese prestada alguna herramienta, yo se la daría enseguida.
¿Por qué no ha de hacerlo él también?
¿Cómo puede uno negarse a hacer un favor tan sencillo a otro?
Sólo porque tiene un martillo. Esto ya es el colmo.”
Así que nuestro hombre sale precipitado a la casa del vecino, toca el timbre,
el vecino abre la puerta y antes de que tenga el tiempo de decir “buenos días”,
nuestro hombre grita furioso: “¡Quédese ustede con su martillo, es un grosero!”
Paul Watzlawick
Fuentes:
Watzlawick, Paul; Beavin Bavelas, J.; Jackson, D.D. 1997. Teoría de la comunicación humana. Herder. Barcelona.
Muckenhirn, Rita. 2014. La comunicación: nuestro reto de cada día. La Cuculmeca. Jinotega. Pág. 34 – 36
Langlet, Iouri; González, Nereyda. Tratado de enyapatía. La Cuculmeca. Julio 2000.