Tanto las y los participantes de los procesos de formación como las facilitadoras hemos pasado por momentos difíciles e incluso traumáticas a lo largo de nuestras vidas. Estas experiencias suceden con mayor frecuencia y más intensidad cuando nos ha tocado pasar por estallidos y episodios violentos de conflictos sociales y políticos.
Cuando desarrollamos el proceso de diagnóstico para comprender el conflicto, los shocks o factores de estrés que se enfrentaron y así poder diseñar los cambios y las intervenciones necesarias para su transformación, muy probablemente los recuerdos e incluso las revelaciones y la comprensión misma nos mueven emociones e influyan nuestra percepción en cuanto a las relaciones con otras personas.
Esto puede generar algunos “flashbacks”, es decir, rememorizaciones de experiencias traumáticas que hemos vivido nosotras mismas como facilitadores, al igual como las y los participantes de los procesos que facilitan. Además, estará presente – consciente o inconscientemente – el trauma colectivo de los episodios violentos del conflicto que no ha sido abordado y trabajado suficientemente.
Algunos(as) trabajan con familias y comunidades donde están representadas todas las partes del conflicto y a la medida que las condiciones del contexto nos lo permiten se facilitarán procesos que incluyen a personas que han ejercido o apoyado actos de violencia.
Los procesos de diagnóstico implica también escuchar experiencias traumáticas de participantes de los procesos y como facilitadores y “trabajadores(as) del cuidado” podemos experimentar lo que se conoce como Trauma Secundario o incluso Burnout.
Ya podemos ver que el diagnóstico de un conflicto o de una situación difícil no es meramente un ejercicio intelectual, sino involucra nuestro cerebro, nuestras emociones y nuestro cuerpo.
Por eso es clave que estemos preparándonos para esas movidas emocionales, corporales y mentales.
Para ello, es clave que tengamos conocimientos básicos sobre trauma y herramientas que les serán especialmente útiles en esta etapa.
Por supuesto, muchas personas que participan en esta formación son expertas y tienen un conocimiento mucho más profundo.
Quienes han estudiado psicología o quienes han pasado por diferentes procesos de formación psico-social ya dispondrán de herramientas. Aun así, a veces se nos olvidan los recursos de los que disponemos para cuidarnos a nosotras mismas(os) y así poder cuidar a las y los demás: las personas afectadas por el conflicto, familiares, amigas(os), colegas, de personas de nuestra comunidad, compañeras(os) de movimientos sociales y/o espacios políticos.
La transformación de conflictos requiere que nos equipemos de conceptos, enfoques, métodos y herramientas de muchas disciplinas diversas: la teoría de sistemas, la psicología, la pedagogía, la sociología, la economía, el derecho, las ciencias políticas, la medicina, la ecología, etc.
Necesitamos tener nociones desde cada disciplina y perspectiva y a la vez también ser lo suficientemente humildes para pedir apoyo a personas expertas en la materia.
A lo largo del auto aprendizaje, así como en los talleres y sesiones de supervisión introduciremos diferentes ejercicios para fortalecer nuestra resiliencia y de auto ayuda al momento de experimentar síntomas post traumáticos.
Aunque no tengamos una formación en psicología, todas y todos necesitamos tener competencias básicas y equiparnos de herramientas, porque estamos viviendo y facilitando procesos de cambio.
Esta formación no es un proceso terapéutico.
Cuando ustedes sienten que ustedes mismos(as), otro(a) integrante de este grupo y/o participantes de sus procesos de formación y transformación necesitan ayuda profesional, búsquela.