INTRODUCCIÓN
MODULO 1: FUNDAMENTOS DE LA TRANSFORMACIÓN DE CONFLICTOS
Módulo 2: Comprendiendo el conflicto I - Bases y enfoques
Módulo 3: COMPRENDIENDO EL CONFLICTO II - Herramientas
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Cuento: La gota de miel

Una gota de miel

El rey de un país lejano estaba de pie en una ventana de su palacio con su ministro de Estado en un estado de ánimo entusiasta. Estaban comiendo arroz frito con miel, riéndose tanto que un poco de miel goteaba en el alféizar de la ventana. “Su Majestad”, dijo el Ministro de Estado, “hemos dejado correr un poco de miel en el alféizar de la ventana. Permíteme que lo limpie”.

Pero el rey respondió con una carcajada: “Mi querido señor, seguramente está por debajo de su dignidad hacer eso. Tampoco me gusta llamar a un sirviente, pues sólo perturbaría nuestra agradable conversación. Así que no nos molestemos por esa gotita de miel”. Así que seguimos riendo y comiendo, mientras una sola gota de la miel derramada caía desde el alféizar de la ventana a la calle.

El rey se había dado cuenta. “Ya ve, ministro de Estado”, dijo, tirando ligeramente de la manga a su ministro, “¡abajo, en la calle, una mosca acaba de encontrar alimento a través de una gota de nuestra miel!”.

Cuando el Ministro de Estado miró hacia abajo, pudo ver una gran araña que se abalanzaba sobre la mosca, mientras que poco después esta araña era a su vez devorada por un lagarto doméstico.

Entonces los dos de la ventana se rieron. Siguieron comiendo y riendo cuando observaron que un gran gato saltaba sobre la lagartija doméstica y la atrapaba con sus garras. Apenas devoró el lagarto, fue gruñido y atacado por un perro mordedor.

Incluso cuando los dueños del gato y del perro se enzarzaron en una pelea por sus animales y no tardaron en utilizar los puños, el rey y su ministro de Estado no dejaron de divertirse con el suceso. Incluso se alegraron cuando los peleadores recibieron el apoyo de sus amigos y se enfrentaron los dos bandos en pugna.

Pero pronto se les acabó la risa y la comida, pues la disputa se convirtió rápidamente en una pelea que se extendió a otras calles. En la confusión que reinaba ahora en las calles, el rey gritó desde su ventana a los guardias de palacio que establecieran el orden y la calma. Pero gritó en vano, ya que sus guardias ya estaban involucrados en la lucha entre las dos partes. Nadie le ayudó a él ni al Ministro de Estado. En pocas horas estalló la guerra civil, la ciudad ardió y el palacio fue destruido junto con el rey y el ministro de Estado.