INTRODUCCIÓN
MODULO 1: FUNDAMENTOS DE LA TRANSFORMACIÓN DE CONFLICTOS
Módulo 2: Comprendiendo el conflicto I - Bases y enfoques
Módulo 3: COMPRENDIENDO EL CONFLICTO II - Herramientas
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El concepto de visión del mundo

Contextualizando el tema

Todo el mundo tiene una visión del mundo, sea o no consciente de ella. Nuestra visión del mundo determina cómo percibimos, interpretamos, entendemos y respondemos a las realidades que nos rodean.

Las visiones del mundo dan forma a todo lo que pensamos, hacemos o consideramos normal o anormal y aceptable o inaceptable. Por ejemplo, una “visión del mundo orientada al conflicto” considera que el conflicto es normal y aceptable. Dentro de una visión del mundo orientada al conflicto, nuestros pensamientos, sentimientos y acciones se caracterizan por el conflicto.

Medimos y expresamos todo en términos de sus grados de conflicto. Si nuestro objetivo es crear una cultura de paz, es muy importante que lleguemos a comprender cómo se forman y cambian las visiones del mundo. Este conocimiento nos ayuda a entendernos mejor a nosotros(as) mismos y a las demás personas y a fomentar conscientemente una “visión del mundo orientada a la paz” en nuestras vidas individuales, familias, comunidades y el mundo.

Su rol como facilitador(a) del proceso de aprendizaje y cambio

Su papel como formador(a) o facilitador(a) es guiar a las y los participantes a

  1. Comprender el concepto de visión del mundo; cómo se forman y cambian las visiones del mundo; y cómo las sociedades se vuelven conflictivas y violentas, o desvinculadas y pacíficas, dependiendo de su visión del mundo.
  2. Identificar los tres tipos de cosmovisión; ilustrar estos tipos con ejemplos de la vida cotidiana; y comparar y contrastar el impacto de estas cosmovisiones en la visión y el carácter de una sociedad.
  3. Reflexionar, mediante un cuestionamiento crítico, sobre su propia visión del mundo: de dónde procede y si se orienta hacia el conflicto o hacia la paz.

Buscar, en situaciones de conflicto, formas de cambiar los supuestos de la cosmovisión para aportar soluciones pacíficas al problema.

Aspectos claves para nuestra comprensión
  • Cada persona, comunidad y grupo tiene una visión del mundo formada por elementos como la experiencia vital, las normas culturales, la educación, la dinámica familiar y los sistemas de creencias.
  • Las visiones del mundo influyen en la forma en que las personas se consideran a sí mismas, en el tipo de relaciones que mantienen con las y los demás, en lo que consideran el principal propósito de la vida y en cómo se supone que una persona debe pensar y actuar.
  • Las visiones del mundo moldean los tipos de comunidades que creamos.
  • A lo largo de la historia de la humanidad, las visiones del mundo basadas en la supervivencia y la identidad han sido las más importantes. A lo largo de la historia de la humanidad, las visiones del mundo basadas en la supervivencia y la identidad han sido las más frecuentes, lo que ha hecho que las sociedades recurran al conflicto y a la violencia para alcanzar sus objetivos.
  • Hoy en día, la incapacidad de la comunidad mundial para crear una civilización de paz se debe a la persistencia de estas visiones del mundo orientadas al conflicto entre personas, grupos, organizaciones y líderes.
  • El comienzo de una civilización de paz se basa en el desarrollo consciente de una visión del mundo orientada a la paz.
  • Cada persona puede beneficiarse de tomar conciencia y reflexionar sobre su propia visión del mundo.

Al cuestionar aquellos supuestos o actitudes de nuestra visión del mundo que dan por sentado el conflicto, podemos decidir desarrollar conscientemente nuestra comprensión de los requisitos previos de la paz y empezar a ponerlos en práctica en nuestras vidas, nuestras relaciones, nuestros estudios y nuestro trabajo.

La visión del mundo: ¿Qué es y de dónde viene?

Definición:

“Una visión del mundo o cosmovisión es un marco mental a través del cual las y los individuos y los grupos ven la naturaleza de la realidad, la naturaleza y el propósito de la vida humana, y las leyes que rigen las relaciones humanas”.

Tanto a nivel personal como social, la visión del mundo representa la forma en que nos vemos a nosotros(as) mismos, a las y los demás y al mundo en general; y lo que es más importante, cómo convertimos esa visión en realidad.

Todo ser humano tiene una visión del mundo. La visión del mundo se desarrolla a lo largo de la vida y se transmite de generación en generación a través de medios como la educación, la tradición familiar, las creencias religiosas, la orientación política y los medios de comunicación.

Las visiones del mundo evolucionan en respuesta directa al desarrollo de la conciencia, que a su vez está formada por la suma de nuestras experiencias vitales individuales únicas y de las historias culturales colectivas. Por lo general, sólo somos parcialmente conscientes de las visiones del mundo que tenemos.

En su mayor parte, las visiones del mundo se dan por sentadas y permanecen justo debajo de la superficie de nuestra conciencia:

Sin embargo, a través del poderoso medio de nuestra visión del mundo, definimos nuestra comprensión de la naturaleza de la realidad, el propósito de adquirir conocimiento y el propósito de la vida humana tanto individual como colectivamente.

Dependiendo de la visión del mundo que acabemos adoptando, la forma en que vivamos nuestras vidas será dramáticamente diferente. Nuestras visiones del mundo no sólo afectan a nuestra percepción del mundo que nos rodea; nuestras visiones del mundo también determinan la naturaleza de nuestras relaciones, el tipo de sociedades que creamos, la forma en que abordamos la ciencia y la religión, y la manera en que afrontamos las oportunidades y los desafíos que encontramos en nuestras vidas. Nuestra visión del mundo afecta a todos los aspectos de nuestra vida y a todo lo que hacemos.

Visiones del mundo basadas en el conflicto

En el mundo contemporáneo, la vida es experimentada y entendida por la mayoría de nosotros desde una perspectiva centrada en el conflicto. Esto se debe a que las visiones del mundo predominantes en las sociedades actuales se basan en filosofías, conceptos y teorías científicas o pseudocientíficas que consideran que el conflicto es un aspecto inherente e incluso necesario de la naturaleza humana y del propio proceso vital.

Las visiones del mundo basadas en el conflicto son características de las primeras etapas de nuestro proceso de maduración individual y colectiva.

A continuación, se presentan algunos ejemplos destacados de teorías científicas y filosóficas que han contribuido a la amplia aceptación de las visiones del mundo centradas en el conflicto.

Charles Darwin y la teoría de la selección natural

Según esta teoría, toda la vida tiene lugar en el ámbito de la lucha, la competencia y el conflicto; y la evolución es el resultado de un proceso de “supervivencia del más fuerte”.

El darwinismo social, una teoría que se basó en los hallazgos de Darwin para legitimar el colonialismo, el capitalismo del laissez-faire e incluso el fascismo, consideran la interacción humana como una lucha para que cada ser humano viva y prospere, a menudo a expensas de las y los demás.

Karl Marx y la teoría de la lucha de clases

Según esta teoría, la historia está impulsada por la lucha continua e inevitable de dos clases rígidas: los propietarios de los medios de producción y los que trabajan para los propietarios. El ciclo de conflicto que impulsa continuamente la historia sólo puede terminar cuando, a través de la paz legislada, la clase propietaria del capital sea erradicada.

Sigmund Freud y la psique tripartita

Según esta teoría, la vida está regida por dos instintos (en su mayoría inconscientes): la sexualidad (eros) y la agresión (Thanatos o instinto de muerte).

Los individuos siempre experimentan un conflicto debido a estos dos instintos y al conflicto interno que se produce entre el “id”, el “ego” y el “superego” de la psique.

Los escritos de Freud han influido en la sociedad occidental durante casi un siglo, ya que generación tras generación ha utilizado sus teorías sobre el desarrollo de la personalidad para extrapolar el sentido de la vida.

Adam Smith y el sistema de libre mercado

Según la teoría de Adam Smith, la competencia es la base de una vida económica sana, ya que motiva a los individuos a luchar por el éxito. Una economía robusta se caracteriza por la competencia y la supervivencia del más fuerte. Cada vez más, el principio de la competencia se ha utilizado para gestionar todo tipo de relaciones, desde las interpersonales hasta las internacionales.

Influencia de estas visiones del mundo

Históricamente, estas teorías han proporcionado poderosos impulsos para el cambio social y político. En contraste con los argumentos del creacionismo, la teoría de la evolución proporcionó una explicación sustantiva del desarrollo de la vida en la Tierra que podía ser explorada y probada.

El modelo de libre mercado abrió la posibilidad de obtener beneficios a los comerciantes ordinarios, antes imposible bajo las estructuras económicas feudales y coloniales.

La teoría de la lucha de clases contribuyó a la conciencia pública sobre la necesidad de una mayor igualdad y justicia en los asuntos económicos, sociales y políticos.

Y las teorías de Freud desmitificaron las características psicológicas humanas que, hasta entonces, eran catalogadas como demoníacas y sujetas a un duro tratamiento supersticioso.

Se puede ver que, aunque se centran en temas bastante diferentes, estas y otras teorías similares comparten ciertos supuestos que:

  • La vida humana, la sociedad, la psicología y la economía se basan en el conflicto;
  • El propósito de la vida es obtener el máximo poder, asegurar la propia supervivencia y obtener placer;
  • Es necesario ser competitivo y velar por los propios intereses.
  • La vida es el escenario de la supervivencia del más fuerte, lo que da lugar a ganadores y perdedores.

Debido en parte a la amplia influencia de estas teorías, hoy en día siguen predominando en el mundo dos categorías distintas de visiones del mundo centradas en el conflicto. Estas visiones del mundo están presentes, en distintos grados, en todas las sociedades humanas.

Reflejan las características de dos fases distintas en el desarrollo de cada individuo y sociedad, conocidas respectivamente como la fase de “supervivencia” y la fase de “identidad”. En la siguiente sección, la visión del mundo “basada en la supervivencia” y la visión del mundo “basada en la identidad” se analizan como categorías discretas, aunque hay que señalar que muy pocos individuos o sociedades tienen estrictamente una u otra visión del mundo; lo más frecuente es observar una mezcla de las dos visiones del mundo.

La visión del mundo basada en la supervivencia

La visión del mundo basada en la supervivencia es más común en condiciones de desequilibrio de poder y donde la percepción de vulnerabilidad y peligro está presente.

La cosmovisión basada en la supervivencia suele corresponder a la primera década y media de la vida individual y a los períodos agrarios o preindustriales de organización colectiva. También puede desarrollarse en condiciones de pobreza, injusticia, anarquía, amenaza física o guerra en cualquier momento y en cualquier entorno cultural.

Durante la fase de supervivencia, los seres humanos, tanto individual como colectivamente, temen por su supervivencia y, por lo tanto, buscan el poder para lograr la seguridad.

En un mundo lleno de peligros, el orden y la protección son muy valorados. Así, en condiciones de supervivencia, es típico que una o un pequeño número de personas obtengan el poder mediante demostraciones de poder y fuerza, y que las y los demás les sigan para garantizar su propia seguridad y protección.

Así, las relaciones humanas durante esta fase se caracterizan por la distribución desigual del poder y se basan principalmente en el uso de la fuerza para lograr los objetivos deseados. En la visión del mundo basada en la supervivencia, el uso de la fuerza se justifica por la creencia en la noción de que “el poder es lo correcto”.

Esencialmente, la fase de pensamiento de supervivencia es propensa a un grado considerable de violencia porque las personas en dicha fase ven el mundo (individual o colectivamente)  como peligroso, operan según los principios de fuerza y control, y asumen que el propósito último de la vida es garantizar la seguridad para uno mismo y para su grupo.

Las sociedades que operan según la visión del mundo basada en la supervivencia tienden a ser autoritarias en su orientación hacia el poder, y como tales no son propicias para la creación de una paz duradera en el contexto de la unidad en la diversidad.

Aunque la visión del mundo basada en la supervivencia ha permitido a los grupos y sociedades humanas utilizar sus poderes y recursos para satisfacer las necesidades básicas de supervivencia, el uso autoritario del poder exige conformidad, obediencia ciega y resignación pasiva por parte de los que no tienen poder. Las instituciones y sociedades autoritarias colocan sistemáticamente a las mujeres, las y los niños, las minorías, los extranjeros y los desprovistos de poder y riqueza en condiciones de desventaja, abandono y abuso.

En estas condiciones, las y los individuos no pueden desarrollar plenamente sus talentos y capacidades inherentes; en consecuencia, la propia sociedad no puede avanzar, ya que se ha privado de las contribuciones creativas de la mayoría de su gente.

Por ello, la paz y el orden que crea un sistema autoritario son ilusorios. El sistema dura sólo mientras el desequilibrio de poder permite precariamente a los gobernantes y a la clase dominante imponer el orden al pueblo sometido a la voluntad de esos gobernantes autoritarios.

La visión del mundo basada en la identidad

La visión del mundo basada en la identidad surge de la fase de supervivencia y corresponde a la madurez gradual de los individuos y las sociedades humanas.

El desarrollo de la identidad, aunque es un proceso que dura toda la vida, alcanza su máximo nivel de expresión en la adolescencia y en los primeros años de la vida adulta. Una vez que hemos adquirido suficiente poder y capacidad para salvaguardar nuestra supervivencia básica, nuestra atención se dirige al fortalecimiento de nuestras identidades individuales y de grupo.

Definición de identidad:

La identidad se refiere al sentido de singularidad, individualidad o característica distintiva que una persona o grupo considera como definitiva sobre sí misma y la base sobre la que se hace la diferenciación de otros individuos o grupos.

A nivel individual, cuando llegamos a la adolescencia, nos interesamos por explorar nuestras facultades emergentes y establecer nuestras identidades únicas. Es muy habitual que las y los adolescentes pongan a prueba los límites de las autoridades establecidas (e incluso las descarten) para experimentar y desarrollar un sentido más fuerte de la personalidad, ya que redefinen por sí mismos los “límites” que van a adoptar.

En la búsqueda de la identidad, esta fase se caracteriza por el desarrollo de nuevas ideas y prácticas, por un lado, y por extremos de competencia y rivalidad, por otro.

A nivel social, la fase de la identidad se corresponde con el periodo de avance científico y tecnológico y con la democratización de los procesos de gobierno dentro de una “estructura de poder competitiva”.

Cuando se enfatiza el aspecto personal de la formación de la identidad, la sociedad adquiere un carácter altamente individualista. Del mismo modo, cuando se enfatiza el aspecto grupal de la formación de la identidad, esto conduce a la organización de la sociedad.

La intensa competencia y la lucha por el poder que suelen caracterizar la fase de identidad del desarrollo humano promueven la “ley de la selva”, en la que cada persona y/o grupo se centra en diferenciarse y avanzar en su propia forma de vida. La competencia y la “supervivencia del más fuerte” se convierten en los principales principios operativos de la fase de identidad.

El objetivo último de la vida para las personas o sociedades en esta fase de desarrollo es adelantarse a los demás y ganar. En su forma más extrema, esta fase da lugar a la anarquía; pero lo más frecuente es que los grupos y las sociedades establezcan ciertos parámetros en torno al ejercicio de la libertad personal para evitar los extremos del comportamiento individualista.

El cuadro I resume las principales características de las visiones del mundo basadas en la supervivencia y en la identidad.

La importancia histórica de que la humanidad pase a la fase de identidad se reconoce mejor cuando se compara con las limitaciones de la fase de supervivencia. Bajo el modo autoritario de la fase de supervivencia, las oportunidades para que los individuos y las sociedades se desarrollaran de forma creativa y emplearan sus diversas capacidades eran muy limitadas.

A medida que las sociedades salen de los grilletes de la obediencia ciega, la fase de identidad de su desarrollo comienza a fomentar un vigoroso aumento de la investigación intelectual, el desarrollo humano y material, y la experimentación con nuevas formas de gobernanza. En las etapas finales de la fase de identidad, que la mayoría de las naciones están experimentando ahora, hay dos cuestiones que están ocupando un lugar central en el discurso público mundial:

(1) La necesidad de equilibrio entre las identidades nacionales únicas en el contexto de unas relaciones internacionales pacíficas y cooperativas; y

(2) La necesidad de buscar la excelencia personal y grupal dentro de los parámetros de los principios éticos… en lugar de la competencia extrema y destructiva.

El carácter de nuestros tiempos

Mientras que la visión del mundo basada en la supervivencia ha dominado las tendencias políticas y socioeconómicas mundiales a lo largo de la mayor parte de la historia registrada, la visión del mundo basada en la identidad ha sido dominante durante los dos últimos siglos.

En el mundo contemporáneo, ambas cosmovisiones siguen presentes y conforman las condiciones políticas, sociales, religiosas y económicas de nuestro tiempo.

En términos psicológicos, la visión del mundo basada en la supervivencia corresponde al periodo de la infancia, y la visión del mundo basada en la identidad corresponde al periodo de la adolescencia.

A pesar de los beneficios que estas visiones del mundo han aportado históricamente, se ha hecho evidente que ya no son adecuadas para hacer avanzar la condición de la humanidad, ya que el progreso actual depende de la superación de los conflictos y la injusticia que dividen persistentemente a los individuos, las comunidades y las instituciones humanas.

Las visiones del mundo basadas en la supervivencia y en la identidad son manifiestamente ineficaces para resolver los problemas medioambientales, las disparidades económicas y las enfermedades prevenibles generalizadas, todo lo cual trasciende las fronteras limitadas y requiere una perspectiva global.

Así, aunque se reconoce que los elementos básicos de seguridad y expresión individual son indispensables para una sociedad sana, ni la visión del mundo basada en la supervivencia ni la basada en la identidad pueden crear la paz porque ambas conducen a perspectivas limitadas, a la separación de las personas entre sí y a los extremos de la lucha por el poder y la competencia.

A medida que la humanidad va superando las fases de la infancia y la adolescencia, va surgiendo gradualmente un nuevo nivel de conciencia, caracterizado por una nueva cosmovisión, que será la única capaz de afrontar los retos y las oportunidades de la madurez colectiva.

Visiones del mundo centradas en la paz

Tras haber explorado plenamente el potencial y los límites de las visiones del mundo basadas en la supervivencia y la identidad, la humanidad busca ahora un enfoque alternativo de la vida y la sociedad que pueda permitir mejor la paz y la prosperidad globales.

Por fin estamos empezando a reconocer que está dentro de las capacidades humanas emprender ese nuevo enfoque.

Se ha iniciado un proceso -sólo parcialmente consciente- en el que todos los pueblos y naciones están examinando reflexivamente los fundamentos de sus visiones del mundo y reorientando sus principios básicos hacia un concepto más inclusivo de la paz.

El surgimiento de una tercera metacategoría de cosmovisión, representativa de la madurez humana, está ganando gradualmente impulso.

Una civilización de la paz tiene dimensiones políticas, sociales, éticas y espirituales únicas, todas ellas fundadas en el principio de la unidad. Las dimensiones políticas y sociales de la paz siempre han recibido una atención considerable, y en las últimas décadas, los aspectos morales y éticos de la paz también han sido reconocidos e incorporados a la agenda de la humanidad.

Los aspectos éticos de la paz que constituyen los principales componentes de documentos tan importantes como la Declaración Universal de los Derechos Humanos, adoptada por las Naciones Unidas en 1948, ejercen cada vez más influencia y contribuyen considerablemente al lento, doloroso y costoso avance de la humanidad hacia la creación de una civilización de paz.

La paz es un estado espiritual con expresiones políticas, sociales y éticas. El propio espíritu humano debe ser civilizado antes de que podamos crear una civilización material, social y política progresiva. La paz debe tener lugar primero en la conciencia humana: en nuestros pensamientos, sentimientos y objetivos personales.

El proceso de espiritualización se asemeja a la dinámica de la aculturación y tiene lugar en el marco de la formulación de nuestras visiones del mundo. La paz es una expresión de un determinado tipo de visión del mundo.

La visión del mundo basada en la unidad

La cosmovisión basada en la unidad caracteriza la edad de madurez de la humanidad y se basa en la cuestión fundamental de la conciencia de la unidad de la humanidad.

Dentro de los parámetros de esta cosmovisión, la sociedad funciona según los principios de la unidad en la diversidad y tiene como objetivo último la creación de una civilización de la paz, igualitaria, justa, progresista, moral, diversa y unida.

La cosmovisión basada en la unidad implica la participación igualitaria de las mujeres y los hombres (todas las identidades de género) en la administración de la sociedad humana. Rechaza toda forma de prejuicio y segregación.

Exige la aplicación de principios éticos universales en todos los niveles de gobierno. Garantiza que las necesidades humanas fundamentales de seguridad, libertad, prosperidad y paz se satisfagan en el marco del Estado de Derecho y que los derechos humanos fundamentales, tanto a nivel individual como colectivo, estén plenamente salvaguardados.

Por último, se organiza en torno a una estructura de poder consultiva y cooperativa que permite el ejercicio legítimo del poder en un marco de relaciones interpersonales y grupales unificadas y solidarias.

Los beneficios de una visión del mundo basada en la unidad no pueden sobrestimarse. En pocas palabras, el conflicto siempre requiere un enorme gasto de energía y recursos. Dado que tanto la visión del mundo basada en la supervivencia como la basada en la identidad son propensas al conflicto, se produce un enorme despilfarro en todos los aspectos de la vida humana.

Además del despilfarro de energía y recursos, las visiones del mundo basadas en el conflicto también desperdician activos potenciales inestimables, ya que los ciudadanos, las instituciones y las industrias se ven privados de oportunidades para desarrollarse.

La unidad permite cultivar y utilizar los recursos humanos de forma más completa, creativa y eficaz.

Incluso una sociedad basada en la unidad se enfrenta a retos, pero éstos pueden superarse con un espíritu de cooperación colectiva y de búsqueda de la excelencia, y no con un espíritu de competencia extrema y de supervivencia.

La visión del mundo basada en la unidad está directamente relacionada con el concepto de unidad:

La unidad es la integración intencionada de dos o más entidades únicas en un estado de armonía y cooperación, que da lugar a la creación de una nueva entidad en evolución, normalmente de orden superior. (Danesh et al p.4)

Dentro de una visión del mundo o paradigma basado en la unidad, pueden derivarse ciertos principios clave que se convierten en el marco de nuestras relaciones y modos de organización. Estos incluyen el reconocimiento de que

  • El mundo es uno.
  • La humanidad es una.
  • La unidad de la humanidad se expresa a través de una diversidad infinita (de talentos, pensamientos, gustos, características físicas y experiencias vitales).
  • Para afrontar con éxito este reto, tenemos que aprender a resolver los conflictos de forma pacífica y justa.

Ya sabemos que estos principios son basados en hechos científicos y en la experiencia humana. A medida que nos convertimos en pacificadores(as), el reconocimiento y la celebración de la unidad de la humanidad pasan a formar parte de nuestros pensamientos, sentimientos y acciones diarias.

En una visión del mundo basada en la unidad, reconocemos que el mayor reto al que se enfrenta la humanidad es establecer su unidad en todo el mundo, manteniendo al mismo tiempo su diversidad.

Muchas sociedades han intentado superar este reto y han fracasado. Para tener éxito, se necesitan nuevos modos de organización social y de resolución de conflictos.

En la visión del mundo basada en la unidad:

  • Las instituciones pretenden alcanzar la justicia a través de procesos participativos y consultivos.
  • Los individuos y los grupos buscan oportunidades de crecimiento y desarrollo.
  • Las relaciones humanas se basan en la veracidad, la igualdad y el servicio.
  • Se reconoce la unidad esencial y la integridad de la raza humana, y se rechaza toda forma de prejuicio y segregación.
  • Las mujeres y los hombres participan por igual en la administración de los asuntos humanos.
  • El desarrollo y la prosperidad de la humanidad se logran mediante la aplicación de principios éticos universales y procesos de toma de decisiones y gobierno consultivos.

El siguiente cuadro resume los puntos principales de cada tipo de visión del mundo.

La conciencia y el proceso de cambio de la visión del mundo

Los seres humanos son seres conscientes. Esta conciencia nos da la capacidad de elegir y actuar con libertad.

Esta libertad es nuestro mayor reto, y también nuestra mayor oportunidad. La oportunidad de elegir surge cuando empezamos a cuestionar nuestra visión del mundo para evaluar nuestros supuestos sobre la realidad, la naturaleza humana y la dinámica y el propósito de la vida. Muchas personas comienzan el proceso de reflexión sobre la visión del mundo como resultado de una crisis y una agitación, una búsqueda consciente del alma o una curiosidad intelectual.

Una vez que hemos empezado a cuestionar nuestra visión del mundo, tenemos excelentes oportunidades para descubrir, comprender y elegir modos de pensar y actuar que conduzcan a la creación de la unidad y a una civilización de paz duradera, un proceso que tiene un potencial considerable para influir positivamente en el curso de nuestra historia personal y colectiva.

En estos primeros años del siglo XXI, está claro que el proceso de unidad se está acelerando. Observamos expresiones de círculos de unidad cada vez más amplios en todos los ámbitos de la vida humana.

La integración económica y financiera de la economía mundial es cada vez más visible. Las naciones unen cada vez más sus agendas y prácticas políticas. La Unión Europea y los movimientos más recientes de la Unidad Africana son dos ejemplos significativos del movimiento hacia la creación de unidades internacionales.

Las crisis medioambientales y sanitarias son constantes recordatorios de que las fronteras nacionales y los prejuicios raciales/étnicos son distinciones arbitrarias.

Los esfuerzos internacionales de la Organización Mundial de la Salud y otros organismos internacionales y nacionales para hacer frente a la epidemia de VIH/SIDA y al Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SRAS) son buenos ejemplos de unidad de esfuerzos para hacer frente a estas graves enfermedades.

Otros ejemplos del movimiento de la humanidad hacia la unidad se encuentran en las tecnologías de la información, que han borrado las fronteras nacionales, y en los sistemas de transporte, que han reducido las distancias y han puesto cara a cara a personas de todas las partes del mundo.

Todo apunta a que la humanidad es una y que todos los países son partes inseparables de un mismo planeta.

El surgimiento gradual de la visión del mundo basada en la unidad demuestra que la vida humana, la sociedad, los modos de gobierno, la ética y la economía florecen en el contexto de la unidad en la diversidad.

La visión del mundo basada en la unidad sostiene que el propósito último de la vida es establecer una civilización mundial pacífica y próspera basada en la justicia y la igualdad para todos, y que esta aspiración está realmente a nuestro alcance.

Esta visión mantiene los elementos positivos de las visiones del mundo basadas en la supervivencia y la identidad, al tiempo que añade nuevas dimensiones a la forma en que vemos nuestras relaciones, nuestras sociedades y a nosotros mismos(as).

En concreto, se mantienen las salvaguardias necesarias para garantizar la seguridad y la supervivencia humanas básicas, y se protegen los límites necesarios para guiar el desarrollo saludable de la identidad individual y colectiva; pero el autoritarismo de la fase de supervivencia y las prácticas competitivas de la fase de identidad se sustituyen por procesos más maduros, cooperativos y justos de organización social y gobernanza. El principal reto al que se enfrentan ahora los individuos y las comunidades es dedicar sus recursos, talentos y energías a la creación de círculos de unidad cada vez más amplios dentro de la familia, la comunidad y la sociedad en general.

Fuente:

Danesh, H B; Clarke-Habibi, Sra. Education for Peace Curriculum Manual: a conceptual and practical guide.

International Education for Peace Institute. Pages 30 – 41. Traducido por Rita Muckenhirn.