Módulo 5.2. Intervenciones - La Comunicación
Módulo 5.3. Intervenciones para transformar el conflicto
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Sociedades después de conflictos armados

A menudo se da por sentado que la paz se establece con la firma de un alto el fuego, pero en realidad la situación es bastante más compleja. El término “posconflicto” suele ser inexacto, ya que la sociedad posterior al conflicto puede ser tan peligrosa y violenta como lo era durante la guerra (Wesells, 1998b). Esta complejidad surge de los cambios que pueden observarse en los conflictos armados.

Nuevas guerras.

Hasta principios del siglo XX, las guerras se caracterizaban esencialmente por dos o más países con ejércitos entrenados que luchaban entre sí en campos de batalla relativamente confinados. Aunque en estas guerras interestatales también morían civiles, los soldados representaban casi el 90% de las bajas. A partir de 1970 aproximadamente, surgió un nuevo modelo de guerras intraestatales en las que los grupos luchaban entre sí dentro de las fronteras estatales para desafiar el poder y la legitimidad de sus respectivos gobiernos. Muchos conflictos intraestatales se caracterizan por su carácter étnico, por atacar a civiles y destruir comunidades. Como consecuencia, más del 80% de las víctimas mortales son ahora civiles, incluidos muchos niños y mujeres (Garfield & Neugut, 1997; Sivard, 1996).

Consecuencias psicosociales.

Estos conflictos tienen -además de la muerte y el sufrimiento físico- tres importantes efectos psicosociales:

  1. Generan un gran sufrimiento emocional causado por el desplazamiento, el trauma, la pérdida de la familia y el hogar, el miedo, la violencia sexual, los cambios de estatus social y económico, la incertidumbre sobre el paradero y el bienestar de los seres queridos, y las dudas sobre el futuro.
  2. Dejan tras de sí sociedades profundamente divididas en las que prevalecen sentimientos de traición, odio y desconfianza en la seguridad social.
  3. Están surgiendo sociedades altamente militarizadas en las que los grupos paramilitares siguen activos a nivel local.

En conflictos armados tan prolongados, como los de Afganistán o Angola, la violencia forma parte de la vida cotidiana, y generaciones enteras crecieron con la guerra como una constante en sus vidas. La militarización es posible, entre otras cosas, por el hecho de que un gran número de armas pequeñas -como el fusil de asalto AK-47- son fácilmente accesibles (Renner, 1996), lo que convierte incluso a un niño de diez años en un soldado eficaz (Wesells, 1997).

Traumas colectivos

Estos factores fomentan la violencia continua en las zonas de guerra. Tras experiencias traumáticas, las personas experimentan el mundo como más peligroso y ven la violencia tanto como una herramienta necesaria para garantizar la seguridad (Staub, 1996) como una forma legítima de expresar el dolor y buscar venganza. Tras una guerra interna, las y los combatientes no se retiran a países diferentes, sino que suelen vivir cerca unos(as) de otros(as).

Dentro de un vecindario, el propio grupo se percibe como digno de confianza y bueno, mientras que el otro grupo se experimenta como poco fiable, malvado y dispuesto a utilizar la violencia (Silverstein, 1989; cap. 23 Imágenes del enemigo).

El propio grupo suele construir una identidad de víctima que contiene como elemento esencial los traumas generados por el otro grupo. Estos traumas “elegidos” (Volkan, 1997) se convierten en la base de la memoria compartida por la que el sufrimiento se transmite a las generaciones futuras. El sufrimiento y el miedo resultantes fomentan la polarización social y el mal trato a los demás. La militarización de una sociedad también permite y facilita los abusos, ya que se dispone de grandes cantidades de armas, mucha gente sabe cómo utilizarlas y los jóvenes han crecido viendo la violencia y las armas como algo normal.

Ejemplo:

En Kosovo, por ejemplo, una minoría serbia que había dominado a la mayoría albanokosovar durante décadas atacó a los albanokosovares en la primavera de 1999, cometiendo atrocidades y “limpieza étnica”. Aunque muchos albanokosovares regresaron a sus aldeas poco después del fin de los combates, cientos de miles de refugiados albanokosovares, muchos de los cuales habían perdido sus hogares y familiares y fueron testigos presenciales de matanzas y violaciones, acudieron en masa a las vecinas Albania y Macedonia.

Las personas refugiadas regresaron después de que los ataques militares liderados por Estados Unidos expulsaran a los serbios. Sin embargo, la paz no volvió, ya que los albanokosovares, sintiéndose traicionados y víctimas, quisieron vengarse y atacaron a la población serbia restante.

Las comunidades albanesa y serbia estaban separadas físicamente, por lo que era fácil para cada grupo contar a sus propios miembros su versión de los hechos y caracterizar a las y los otros como demoníacos, sanguinarios e incapaces de alcanzar la paz. Así, cada grupo se aferró estrictamente a su versión de la historia y a sus reivindicaciones sobre la tierra.

Violencia en la “paz”

A menudo se observa un aumento de la violencia criminal tras un alto al fuego. El ejemplo de Sudáfrica demuestra que las oleadas de violencia criminal suelen seguir a las oleadas de violencia política. Esto se debe, en parte, a que las y los jóvenes que han participado en una lucha de liberación carecen de escolarización o formación profesional y, por tanto, de oportunidades para ganarse la vida. Al terminar la guerra, a menudo han desarrollado una identidad militar que dificulta su integración en la vida civil. Conocedores del poder de las armas, pueden recurrir a las bandas y a la delincuencia para satisfacer sus necesidades básicas y mantener una sensación de poder personal.

Además, el aumento de la pobreza como consecuencia de los conflictos armados suele conducir a un aumento de la violencia en las familias, como las palizas a la pareja y a los hijos e hijas. También a nivel comunitario, el aumento de la pobreza conlleva un incremento de la delincuencia, incluidos los delitos violentos. En muchas regiones, la pobreza está vinculada al VIH/SIDA, ya que muchas personas son víctimas en las zonas rurales, lo que desestabiliza las aldeas y erosiona los controles de la violencia que existían anteriormente (Machel,, 2001). En general, los conflictos armados dejan tras de sí un sistema de violencia que difumina los límites entre la guerra y la paz y que es tan peligroso para los civiles como lo era antes el conflicto armado (Wessels, 1998b).

Fuente:

Wessels, Michael. Post-conflict reconstruction and reconciliation in: Sommer, Fuchs (eds). 2004. guerra y paz: Manual de psicología del conflicto y la paz. BELTZ. Weinheim. Páginas 522 – 538

Traducido por Rita Muckenhirn, 03.09.2023