Módulo 5.2. Intervenciones - La Comunicación
Módulo 5.3. Intervenciones para transformar el conflicto
3 of 4

Principales tareas de la reconstrucción social

Para hacer frente a los retos post-conflicto, es esencial que la reconstrucción incluya el apoyo psicosocial a las personas afectadas por la guerra. La experiencia mundial en zonas de guerra ha demostrado que la mejor manera de lograrlo es integrando la asistencia psicosocial en programas de apoyo holísticos.

Enfoques integrados de apoyo psicosocial

Dado que las personas afectadas por la guerra tienen múltiples necesidades, entre ellas la necesidad de alimentos, agua, refugio y atención sanitaria, una estrategia útil es incorporar el apoyo psicosocial a los programas de apoyo, ya que éstos están diseñados para satisfacer las necesidades básicas. Por ejemplo, el apoyo emocional a las víctimas de violación podría ofrecerse a través de una clínica de salud como parte de un servicio integral para mujeres, evitando así el estigma de buscar asesoramiento como víctima de violación (Giller, 1998).

Otro ejemplo: la malnutrición de las y los bebés en campos de personas refugiadas o comunidades muy pobres es a veces consecuencia no sólo de la falta de alimentos adecuados para las y los niños, sino también de un comportamiento ineficaz de las madres en materia de alimentación. En algunas culturas no se comprende la importancia de que las madres hablen a sus bebés. El simple hecho de enseñar a las madres a interactuar con sus bebés de forma verbalmente positiva puede mejorar el comportamiento alimentario de las y los niños y reforzar la relación madre-hijo(a).

Esta estrategia de integración también puede ayudar a corregir pautas de comportamiento problemáticas durante las crisis humanitarias. A veces, las y los trabajadores humanitarios que querían proporcionar alimentos a un gran número de personas hambrientas las trataban como animales arrojándoles pan o arroz desde el camión. Este enfoque despoja a las personas de su dignidad, las reduce a la condición de víctimas y no aprovecha la oportunidad de que las personas afectadas adquieran habilidades y se organicen. El autor pudo observar un impresionante contraejemplo en un campo de refugiados de albanokosovares en Tirana. Un grupo de refugiados(as) organizó su propio centro de alimentación y entregó una lista de alimentos preferidos a las organizaciones de ayuda tras haber sufrido por recibir alimentos no albaneses. Las personas refugiadas se organizaron y controlaron la situación cocinando comida kosovar para gran parte del campamento. Para las personas que se sentían abrumadas por experiencias traumáticas, experimentar el control es un paso importante hacia la sanación y el afrontamiento de la vida (Herman, 1992).

El centro de alimentación autogestionado también ayudó a recuperar el sentido del valor de la propia cultura; éste es un paso crucial tras la opresión cultural y étnica.

Los enfoques integrados también reconocen la necesidad de vincular el apoyo psicosocial con tareas de reconstrucción más amplias, por ejemplo la reestructuración social para acabar con las injusticias sociales. Dado que las condiciones previas a los conflictos armados a menudo contienen semillas de violencia, opresión, racismo e injusticias sociales a las que hay que poner fin. Dado que las condiciones previas al conflicto armado a menudo contenían semillas de violencia, opresión, racismo y desigualdades sociales (Christie et al. 2001), los programas de reconstrucción no pretenden necesariamente restablecer las condiciones e instituciones tal y como existían antes del conflicto.

Las y los psicólogos que prestan ayuda humanitaria pueden contribuir mucho al cambio social, pero también deben reconocer críticamente los límites de su enfoque. Siempre existe el peligro de que la comunidad internacional se sobrevalore por completo en la reconstrucción de una sociedad y trate de imponer conceptos de fuera que no se ajustan a la situación y la cultura locales o que empeoran las cosas a pesar de las mejores intenciones.

Sin embargo, esta admonición a la prudencia y la autocrítica no debe llevar a permanecer pasivos ante el sufrimiento humano. Existen principios probados que pueden guiar el apoyo psicosocial y la reconstrucción.

Riesgo y vulnerabilidad

Como consecuencia de los conflictos armados, un gran número de personas pueden verse afectadas por la guerra, la violencia y la pobreza. Muchos psicólogos y psicólogas se implican para tratar problemas de salud mental como el trastorno de estrés postraumático, la depresión y la ansiedad (Girolamo & McFarlane, 1996; Mollica et al., 1998; Cap. 40 Terapia para personas traumatizadas).

Sin embargo, cabe preguntarse si los trastornos mentales son el mejor punto de partida para la ayuda en emergencias complejas. Muchas personas afectadas por la guerra afirman que sus mayores tensiones no están relacionadas con la violencia en sí, sino con su situación actual, que puede incluir vivir en un campo de refugiados(as) superpoblado.

Además, los enfoques occidentales de la atención traumatológica a menudo no coinciden con la concepción local de la salud y la enfermedad; pueden desplazar los recursos locales de autoayuda e incluso estigmatizar involuntariamente a las personas. Además, hay muchas pruebas de que las personas muestran una enorme fortaleza tras un conflicto armado y se desarrollan con normalidad a pesar de las circunstancias adversas (Carins, 1996).

La siguiente figura dibuja una imagen diferenciada de las personas tras una guerra mostrando una mezcla de necesidades específicas. Una minoría de personas representada por la parte superior de la pirámide se verá tan gravemente afectada que necesitará ayuda específica. En las sociedades occidentales, esa ayuda específica puede consistir en asesoramiento o terapia. Sin embargo, en las sociedades no occidentales, donde el asesoramiento individualizado es culturalmente inapropiado, esa ayuda especializada podría consistir en rituales curativos locales realizados por un curandero tradicional.

Figura: Pirámide de la asistencia psicosocial

El resto de la pirámide muestra a la mayoría de las personas después de un conflicto armado. La mayoría son discretos(as) según su estándar cultural, siguen trabajando, jugando y relacionándose con otras personas, por lo que una categorización como “perturbados mentales” o una intervención especial serían inapropiadas.

El grupo de riesgo de la parte media de la pirámide está formado por personas más estresadas y que necesitan cierto apoyo para poder afrontar adecuadamente sus condiciones de vida.

La parte inferior de la pirámide representa a las personas que son psicológicamente discretas incluso sin ayuda psicosocial explícita debido a la mejora de las condiciones económicas y políticas.

Dado que la ayuda humanitaria procedente del exterior apenas suele estar disponible tras los conflictos, el apoyo psicosocial debe dirigirse a las personas vulnerables que realmente lo necesitan. Las personas más vulnerables tras un conflicto armado varían en función de la especificidad de la situación. Basándose en una amplia experiencia en emergencias, las agencias humanitarias han identificado las siguientes categorías que ponen a las personas en riesgo de sufrir daños físicos, emocionales o sociales.

Desplazamiento.

En los conflictos armados suele desplazarse un gran número de personas. Muchas personas desplazadas han quedado traumatizadas al ser testigos de ataques, violencia sexual o muerte y perder sus hogares y la base económica de su sustento. Una vez finalizado el conflicto, la mayoría regresan a sus hogares, pero se enfrentan a problemas como la pobreza aguda, las penurias, las minas terrestres, la discriminación y un abrumador sentimiento de pérdida.

Separación familiar

En los desplazamientos masivos, las y los niños suelen quedar separados(as) de sus padres o familiares y sufren inseguridad y muchos riesgos. En cualquier conflicto armado, un gran número de niños(as) se quedan huérfanos. Incluso si son acogidos en orfanatos, rara vez reciben una atención adecuada y quedan aislados del resto de la sociedad.

Niños(as) soldados

En todo el mundo, unos 300.000 niños – menores de 18 años según la legislación internacional – sirven en el ejército (Machel, 2001). Los niños y niñas soldados asumen diferentes tareas, como cocineros, porteadores, espías y guerreros. A menudo abusan de las niñas como esclavas sexuales, pero a veces también son combatientes e incluso comandantes. Muchos antiguos niños(as) soldados corren el riesgo de participar en nuevos ciclos de violencia.

Pobreza

La pobreza es un riesgo importante para muchas personas. Las viudas de guerreros, por ejemplo, pueden vivir en la más absoluta miseria, incapaces de cuidar de sus cinco o más hijos y expuestas a la violencia de género. Las guerras y el VIH/SIDA hacen que muchos hogares estén encabezados por niños que no pueden satisfacer las necesidades básicas de los miembros de la familia. Debido a la pobreza, las y los niños también suelen aceptar trabajos en los que corren un alto riesgo.

Discapacidad

Las minas terrestres no sólo se utilizan para combatir, sino también para aterrorizar a la población civil (Machel, 2001). Las víctimas heridas, desfiguradas o que han perdido algún miembro a causa de las minas terrestres sufren a menudo estigmatización, atención deficiente, traumas y alteraciones de su estatus social y económico.

Condición de minoría

Tras un conflicto armado, el ciclo de violencia suele continuar con la persecución de las minorías. Cuando el grupo anteriormente oprimido llega al poder, las y los miembros del grupo ahora inferior suelen ser discriminados(as) o directamente atacados(as).

Víctimas de tortura

Las víctimas de la tortura suelen padecer problemas de salud, miedo, traumatización, depresión, falta de sentido y una profunda desconfianza (Sveaass, 1994). Esto hace que la reunificación sea mucho más difícil.

Violencia sexual

La violación se utiliza a menudo como instrumento de guerra y de terror. La explotación sexual es habitual en los campos de refugiados(as). La llegada de las fuerzas de paz suele ir acompañada de altos niveles de prostitución, ya que las niñas o mujeres luchan desesperadamente por mantener a sus familias.

El apoyo psicosocial a las personas vulnerables suele incluir apoyo emocional y social tras sufrir pérdidas y violencia. Sin embargo, hay que tener en cuenta que las tensiones son crónicas y no terminan con la firma de un alto el fuego.

La seguridad y el apoyo psicosocial van de la mano, y hay que centrarse en la prevención y la reducción del estrés crónico. Esto plantea la necesidad de enfoques multidisciplinares que combinen el apoyo psicosocial con otras medidas, como el apoyo a los ingresos, para aliviar la pobreza.

Fuente:

Wessels, Michael. Wiederaufbau und Versöhnung nach Konflikten in: Sommer, Fuchs (Hrsg). 2004. Krieg und Frieden: Handbuch der Konflikt- und Friedenspsychologie. BELTZ. Weinheim. Pág. 522 – 538

Traducido por Rita Muckenhirn 03.09.2023