El Plan de Acción de Movimientos Sociales (MAP por sus siglas en inglés) es una meta-estrategia para construir la democracia participativa y se basa en el Modelo de Poder Popular (Peoples-Power-Modell) de los movimientos sociales libres de violencia.
Supuestos básicos de Moyer:
Parte del valor del MAP es que invita a pensar y actuar estratégicamente. El modelo ayuda a las y los activistas a analizar el movimiento en el que participan o quieren ayudar a construir, y a alinear sus acciones y campañas en función del estado del movimiento.
De este modo, ofrece la posibilidad de evaluar las propias actividades desde una perspectiva más amplia que las intuiciones e impulsos inmediatos. Quizás el hallazgo más sorprendente de MAP es que en los momentos en que muchos activistas menos creen en el éxito (percepción de fracaso del movimiento), el movimiento puede dar a menudo un paso significativo hacia el éxito.
Los tiempos normales son tiempos políticamente tranquilos. La gran mayoría de la sociedad no sabe que existe un problema concreto y/o apoya la práctica de las políticas institucionales que causan el problema. Los grupos de afectados(as) y algunas organizaciones ya están llevando a cabo acciones y campañas a pequeña escala.
La intensidad del sentimiento público -opiniones y descontento- que necesitan inicialmente los movimientos sociales sólo puede desarrollarse cuando el público se da cuenta de que las políticas dominantes violan las opiniones, los principios y los valores ampliamente aceptados y que un problema social no puede solucionarse a través de las vías establecidas.
El movimiento ya es visible, pero todavía es relativamente pequeño. Se están formando nuevos grupos y redes, trabajando principalmente a través de la educación sobre el tema, y se están llevando a cabo más acciones. La concienciación y el descontento crecen entre la población.
A menudo (no siempre) esta fase comienza con un acontecimiento clave desencadenante (por ejemplo, un desastre técnico o un acontecimiento de protesta sensacional). Las acciones tienen lugar en muchos lugares, surgen muchos grupos nuevos. En la percepción pública, esta fase se equipara al “movimiento social”. Sin embargo, si no hubiera pasado antes por las otras fases, no habría entrado en esta fase. La atención pública y la concienciación sobre el problema siguen aumentando.
A esta fase alta le suele seguir, como quinta fase, un sentimiento de fracaso, impotencia y crisis de identidad entre algunos de los y las activistas. Durante la relativamente corta fase de despegue, habían creído que podrían detener a los gobernantes en una confrontación directa, pero esto no suele tener éxito. La participación en las acciones disminuye, al igual que la presencia en los medios de comunicación. Curiosamente, esta fase suele ser paralela a la sexta, ganándose a la mayoría de la población.
Se hacen posibles coaliciones más amplias y las instituciones principales se hacen cargo del tema. Varios subobjetivos y campañas coexisten. Se aprueban reformas menores. La tarea del movimiento debe consistir en ganarse las simpatías, las opiniones y, sobre todo, el apoyo activo de una parte cada vez mayor de la población y en implicarla en el proceso de resistencia y cambio. Hay que dar a conocer las posibles soluciones y alternativas y reducir el miedo a las mismas.
Esta fase es un proceso largo, no un evento. Hay menos personas activas, pero tienen más poder. El éxito del movimiento es de esperar cuando ha surgido un nuevo consenso social en cuanto a los objetivos y alternativas del movimiento en un proceso (¡a menudo de años!). En esta fase, se trata de no conformarse con soluciones parciales, sino de lograr un cambio de paradigma social fundamental. Cambio de paradigma que hay que conseguir.
Diferentes variantes:
La percepción pública del movimiento está disminuyendo. Los éxitos tienen que ser anclados y defendidos contra el retroceso.
Con nuevos objetivos y nuevas campañas, se continúa el cambio social fundamental en el sentido de una espiral.