Módulo 5.2. Intervenciones - La Comunicación
Módulo 5.3. Intervenciones para transformar el conflicto
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Reconciliación en la práctica

Nota:

Como este artículo fue escrito en el 2003 no incluye todavía los análisis de hoy en día, sin embargo, es muy valioso porque indica los desafíos que los diferentes procesos de reconciliación han enfrentado.

La reconciliación

La sanación a nivel comunitario es un primer paso importante hacia la reconstrucción, pero sólo una parte de la consolidación de la paz. También es esencial reducir la hostilidad y la polarización social y renovar la confianza social destruida para permitir la reintegración social. La reconciliación, es decir, el proceso de mejora de las relaciones entre las partes de un conflicto tras la violencia beligerante, es de gran importancia y prioridad. La reconciliación es un proceso continuo que implica muchos pasos.

La psicología social ha identificado y probado diversos métodos psicológicos que contribuyen a la reconciliación en condiciones relativamente controladas. Se ha comprobado que las actividades que facilitan el contacto entre grupos conflictivos de igual condición son significativas: El intercambio y el diálogo (Pettigrew), la cooperación entre grupos conflictivos en torno a un objetivo global común (Sherif, 1967), la resolución interactiva de problemas (Kelman, 1996), y la negociación y la mediación, que, además de acuerdos concretos sobre cuestiones difíciles, también contribuyen a mejorar las relaciones.

Por muy importantes que sean estos métodos, queda la importante cuestión de cómo puede lograrse la reconciliación a nivel social. Aquí hay disputas fundamentales, ya que algunos(as) analistas consideran esencial el perdón (Tutu, 1999) o la misericordia (Lederach, 1997), mientras que otros(as) lo juzgan demasiado exigente. No obstante, existe un amplio consenso en que tanto decir la verdad como hacer justicia son esenciales para la reconciliación. Esto se ilustra a continuación con el ejemplo de las comisiones de la verdad en Sudáfrica durante la transición del apartheid a la democracia.

La verdad

La denuncia pública de la verdad suele desempeñar un papel importante tras el fin de los regímenes totalitarios. Martín-Baro (1994), sacerdote jesuita asesinado por su resistencia a la injusticia en El Salvador, informó de que los regímenes represivos de Centroamérica en la década de 1980 construyeron “la mentira” mediante la cual se etiquetaba de “terroristas” a los miembros de la oposición, que luego eran maltratados o torturados o “desaparecían”.

Por miedo, muchas personas aceptan la mentira y carecen de una comprensión adecuada de la historia y la situación de su propio país, perpetuando la injusticia. Las personas oprimidas pueden sufrir mucho y, sin embargo, permanecer socialmente invisibles. Mientras su suerte no se reconozca públicamente, se sienten incompletas, sin sentido, privadas de sus derechos civiles y políticos.

Comisiones de la verdad

Por estas razones, muchas personas expertas asumen que las comisiones de la verdad públicas son instrumentos útiles o incluso necesarios para aclarar malentendidos históricos, sacar a la luz injusticias y restablecer la ley y el orden.

Además, al decir la verdad, las personas oprimidas recuperan su voz y su dignidad (Agger & Jensen, 1990). Reconocer públicamente las atrocidades cometidas contra ellos saca a la luz su sufrimiento y les restituye simbólicamente como ciudadanos de pleno derecho. Las comisiones de la verdad han funcionado en diversos países como Perú, Chile, Guatemala, Ruanda y Sudáfrica; varían considerablemente en cuanto a sus objetivos, su método y su naturaleza (Zalaquett, 1999).

La mayoría de las experiencias demuestran que denunciar la verdad ayuda a restablecer la justicia y la confianza en la sociedad civil; además, beneficia a ambas partes. Las personas oprimidas obtienen el reconocimiento público de su sufrimiento, la sanción y una mayor esperanza de protección, mientras que el grupo dominante restaura su legitimidad moral, evita nuevos actos de violencia y aumenta la esperanza de un cambio social positivo. Así pues, denunciar la verdad forma parte de un cambio social más amplio y a menudo beneficia a ambas partes.

Sudáfrica

En Sudáfrica, el régimen blanco del apartheid gobernó de 1948 a 1990, oprimiendo a la mayoría negra, que constituía el 90% de la población, con discriminación, racismo e injusticia (Thompson, 2000). Las personas blancas gozaban de privilegios en educación, sanidad y empleo, mientras que las personas negras eran desposeídos y vivían en la más absoluta pobreza en “patrias” segregadas.

El régimen del apartheid reprimió la resistencia mediante detenciones, torturas y asesinatos. Muchas familias negras tenían miembros golpeados, exiliados o asesinados, y todas las personas negras sufrían humillaciones a diario.

La Comisión de la Verdad y la Reconciliación se creó para apoyar la transición del régimen del apartheid a la democracia, tras el histórico acuerdo entre Nelson Mandela, líder del Congreso Nacional Africano encarcelado durante años, y F.W. de Klerk, Presidente de la República a finales de la década de 1980.

17 comisarios de distintos ámbitos de la vida formaron la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, dirigida por el arzobispo Desmond Tutu. La Comisión de la Verdad escuchó testimonios de personas que habían sufrido la violencia política entre 1960 y 1994. Proporcionó un foro en el que las víctimas pudieron contar sus historias y, en muchos casos, enfrentarse personal y públicamente a quienes habían cometido atrocidades atroces. Había que animar a los autores del mal a presentarse: Si contaban toda la verdad, podrían solicitar individualmente la amnistía judicial. A través de un fondo de reparación, las víctimas también podrían recibir ayuda económica como parte de la reparación por la injusticia que habían sufrido.

Entre 1995 y 1998, la Comisión de la Verdad escuchó los testimonios de varios miles de personas, muchas de las cuales denunciaron torturas, violaciones y asesinatos de familiares, perpetrados por fuerzas policiales y militares.

Sin embargo, el mayor impacto psicológico lo causaron las pequeñas humillaciones cotidianas en las que las víctimas tuvieron que experimentarse a sí mismas como seres humanos menos que plenos. El arzobispo Tutu (1999) informa de que las audiencias fueron extremadamente agotadoras desde el punto de vista emocional; las víctimas lloraron y expresaron su dolor, hasta el punto de que incluso los propios miembros de la Comisión de la Verdad rompieron a llorar.

Resultado

En el momento de realizar este análisis (2004), era demasiado pronto para evaluar adecuadamente el impacto de la Comisión de la Verdad. Uno de los principales resultados es que se ha enderezado la historia, pero muchas injusticias siguen sin conocerse porque el régimen del apartheid destruyó sistemáticamente grandes cantidades de información (Bell, 2001). Harán falta muchos años para contar la historia completa del apartheid, pero la Comisión de la Verdad merece el mérito de haber iniciado el proceso de reconstrucción histórica. Probablemente también fue una ayuda emocional para las víctimas que pudieron testificar públicamente el haber podido experimentar la compasión de la Comisión de la Verdad, que se reconociera públicamente su sufrimiento y que, en muchos casos, tuvieran la oportunidad de acusar públicamente a sus perpetradores.

Dificultades

La Comisión de la Verdad también se enfrentó a problemas considerables. Se pusieron grandes expectativas en ella.

El propio nombre prometía que la reconciliación sería un resultado, aunque esto sólo puede lograrse realmente en un largo proceso.

Además, sólo una pequeña parte de las víctimas compareció como testigo, lo que plantea la cuestión de cómo se puede ayudar a las demás víctimas. Aunque surgieron muchos grupos de autoayuda de víctimas, sigue existiendo un vacío considerable. Además, la mayoría de las y los testigos no recibieron reparaciones económicas y tampoco se resolvió si las reparaciones debían ir al individuo, a la comunidad o a ambos.

Amnistía, castigo y reconciliación

Uno de los principales problemas de la justicia es la impunidad a través de la amnistía, las y los defensores de un enfoque de justicia estricta ven la amnistía negativamente, ya que socava la ley y el orden, absuelve a las y los autores y, por tanto, señala que los crímenes atroces quedan impunes mientras las víctimas sufren.

Las y los críticos de la Comisión de la Verdad consideran que los verdaderos ganadores fueron los autores de los crímenes, ya que muchos de ellos fueron amnistiados. Suena cínico que algunos autores no revelaran toda la verdad, mostraran poco remordimiento y utilizaran el sistema para evitar su propia condena (Tutu, 1999).

Además, se demostró que miembros del ejército habían cometido algunos de los peores crímenes, pero en primer lugar se excluyó a los militares de la Comisión de la Verdad. Las personas críticas de las comisiones de la verdad de otros países también se quejaron de que, sin castigar a las y los autores, no podía haber sanación ni reconciliación porque no había retribución por los actos. Y lo que es más importante, las y los críticos advierten de que la impunidad invita a cometer crímenes en el futuro porque la disuasión ya no desempeña ningún papel.

Ruanda

Este problema es especialmente flagrante en Ruanda, donde un régimen predominantemente hutu asesinó a más de 800.000 personas, en su mayoría tutsis, en 1994 (Prunier, 1995). Muchos(as) líderes ruandeses y expertos(as) jurídicos(as) internacionales han argumentado con razón que las y los responsables del genocidio deben ser castigados. En consecuencia, el proceso de la verdad en Ruanda se está acompañando a nivel penal para que se puedan imponer duros castigos, incluida la pena de muerte. Como los tribunales están sobrecargados, también se recurre a los tribunales tradicionales de las aldeas para procesar a las y los autores. El recién creado Tribunal Penal Internacional abre otra vía para castigar los crímenes contra la humanidad.

Los detractores de la situación actual en Ruanda se quejan de que el propio proceso judicial viola los derechos humanos, ya que el poder judicial está irremediablemente sobrecargado y muchas personas son encarceladas ilegalmente. Los críticos también opinan que la pena de muerte es un asesinato de Estado, legitima el asesinato y provoca represalias por parte de los grupos cuyos miembros son procesados.

Además, algunos de los acusados son menores de 18 años; acusarlos como personas adultas con la posible imposición de la pena de muerte violaría la Convención de la ONU sobre los Derechos del Niño. El problema se complica aún más por el hecho de que el genocidio de 1994 en Ruanda está estrechamente relacionado con ataques anteriores de tutsis contra hutus en Ruanda y Burundi (Prunier, 1995). Por último, no hay pruebas en la investigación de que la pena de muerte tenga un efecto disuasorio (Berkowity, 1993).

Resumen

Tras este balance, la postura más razonable probablemente sea encontrar un término medio entre los extremos de la amnistía total y el pleno rigor de la ley, incluida la pena de muerte. Los crímenes contra la humanidad deben castigarse para evitar el problema de la impunidad. Sin embargo, el rigor del castigo no tiene por qué incluir la pena de muerte, ya que ésta es en sí misma éticamente discutible y puede socavar la reconciliación a largo plazo. En Ruanda, la pena de muerte legitima en última instancia una cultura de violencia que permitió el genocidio.

Las cadenas perpetuas parecen más apropiadas y evocan menos represalias. Además, hay que tener en cuenta el valor simbólico de los juicios por crímenes contra la humanidad: parece imposible juzgar y castigar a todos los miles de personas sospechosas. Sin embargo, resulta problemático tanto desde el punto de vista jurídico como ético condenar a unas pocas personas cuando muchas son igualmente culpables. La opinión expresada aquí por el autor es provisional y está abierta a debate, dada la gran complejidad del asunto.

Justicia social

Aparte de los problemas de responsabilidad individual, se plantean graves problemas de justicia social. En el caso de la Comisión de la Verdad, una víctima empobrecida del municipio que cuenta su historia sigue en una situación de vida difícil y vive con sus hijos en la pobreza y sin educación.

Por el contrario, un(a) agresor(a) blanco(a) puede haber cosechado grandes beneficios del apartheid y de siglos de colonialismo, y sus hijos(as) recibirán una buena educación y disfrutarán de la gratificante vida de una persona de clase media. Así pues, la reconciliación difícilmente puede tener éxito si no mejoran las condiciones de vida de la víctima, de su familia y también de su comunidad. Muchos(as) habitantes de su municipio subrayan que la “reconciliación” tiene poco sentido cuando uno se muere de hambre y no tiene una vivienda adecuada. Se plantea la cuestión de cómo podría ser una reparación adecuada ante la injusticia cometida contra millones de personas durante décadas. En Sudáfrica, la población negra sigue sufriendo los efectos del apartheid.

Estas preocupaciones ponen de relieve que la igualdad social es crucial para la reconciliación social, ya que ésta no podrá lograrse en última instancia mientras se siga favoreciendo sistemáticamente a un grupo (Lederach, 1997; Wesells y Bretheron, 2000). En este sentido, un déficit fundamental de la Comisión de la Verdad es que no ha sido capaz de abordar la justicia social. En efecto, muchos sudafricanos negros se preguntan hasta qué punto han mejorado sus condiciones de vida y qué quieren hacer las personas blancas para reducir la injusticia social. Por otra parte, hay que recordar que la reconciliación en Sudáfrica es un proceso largo y que la Comisión de la Verdad es sólo una pequeña parte de él. Las mejoras significativas en la participación política de las personas negras han contribuido probablemente a fomentar la confianza en la nueva Sudáfrica y a mitigar las preocupaciones sobre la igualdad económica. Es posible que se siga avanzando hacia la reconciliación: La psicología de la reconciliación está inextricablemente ligada al bienestar económico y material.

Fuente:

Wessels, Michael. Post-conflict reconstruction and reconciliation in: Sommer, Fuchs (eds). 2004. guerra y paz: Manual de psicología del conflicto y la paz. BELTZ. Weinheim. Páginas 522 – 538