Módulo 5.2. Intervenciones - La Comunicación
Módulo 5.3. Intervenciones para transformar el conflicto
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Conceptos básicos

La clasificación de las experiencias e interacciones en el marco del propio sistema de referencia individual es necesaria para la supervivencia humana, porque sirve para reducir la complejidad y evita una sobrecarga sensorial que nos incapacitaría permanentemente para actuar.

Nuestro conocimiento cotidiano consiste en una red de tipificaciones que nos vienen dadas esencialmente por la sociedad en la que vivimos. Nuestra lengua es un sistema de tipificaciones. Por tipificación se entiende aquí la subsunción de objetos, hechos, etc. bajo prejuicios como resultado de la categorización social de un tipo formado con un propósito específico (según Alfred Schütz, 1972 [1]).

Categorización social

La psicología denomina categorización al mismo proceso que consiste en agrupar objetos, acontecimientos o personas en conjuntos significativos en función de características comunes (según Rosemarie Mielke). Para orientarnos en nuestras acciones cotidianas, dependemos de agrupar, simplificar y estructurar la información -en pocas palabras: categorizar- para poder asimilarla, procesarla y utilizarla para guiar nuestras acciones. La categorización social agrupa a personas y grupos en unidades con determinadas características.

La categorización social nos ayuda a orientarnos en la interacción social y a poder actuar. Es un requisito previo para la acción socialmente competente: Al asignar a las personas a una categoría social, sabemos cómo comportarnos con determinadas personas.

Tratamos de forma diferente a un hijo que a nuestro superior, a un funcionario que a nuestra pareja. Las categorizaciones sociales también sirven para proteger a la propia persona y al grupo propio: rápidamente clasificamos al extraño que aparece en la puerta de casa como cartero, nuevo vecino o artesano polaco en busca de trabajo (benigno), como testigo de Jehová (benigno pero molesto) o como estafador o ladrón (malicioso). Las categorizaciones sociales suelen ir asociadas a evaluaciones de las personas categorizadas. Si evaluamos una categoría de personas exclusivamente de forma negativa basándonos en generalizaciones excesivas, estamos ante prejuicios.

Prejuicios y estereotipos

El psicólogo social Bernd Six [2] propone ahora la siguiente definición:

Los prejuicios pueden describirse como actitudes (extremadamente) negativas que se utilizan en forma de patrones de evaluación resistentes al cambio para hechos sociales, como hacia personas individuales, pero también hacia grupos, naciones, organizaciones, productos del arte y la ciencia. Los estereotipos, por su parte, son patrones de características que se atribuyen a un grupo en su conjunto o a un individuo únicamente por su pertenencia a un grupo concreto.

El psicólogo Gordon Allport (1971) [3] define brevemente el prejuicio como “pensar mal de los demás sin justificación suficiente”.

Lo que puede considerarse conocimiento fidedigno y lo que puede considerarse prejuicio está determinado socialmente y sujeto a cambios históricos. Si en la Edad Media la gente estaba segura de que las personas pelirrojas eran brujas, hoy en día casi nadie apoyaría semejante prejuicio.

Por ello, el sociólogo del conocimiento Bernd Estel describe el prejuicio social como un “juicio social”, “que ya no es socialmente compartido ni vinculante” [4] . “Prejuicio” puede convertirse así también en una acusación y un arma para condenar al destinatario por supuesta irracionalidad, intolerancia y rigidez frente a los avances “modernos”.

Imágenes enemigas

Las imágenes enemigas son fuertes prejuicios negativos sin justificación suficiente. Las principales características de las imágenes enemigas pronunciadas incluyen una evaluación negativa del oponente, tendencias a la deshumanización, atribución unilateral de la culpa, el conflicto se ve como un juego de suma cero pensamiento de grupo perjudicial, así como imágenes espejo caracterizan la discusión (política) (según Gert Sommer, 2004)