Módulo 5.2. Intervenciones - La Comunicación
Módulo 5.3. Intervenciones para transformar el conflicto
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Diálogo… una introducción

El diálogo es algo más que “hablar entre nosotros(as)”

Todo el mundo habla de diálogo. Casi todos los días, los políticos desean públicamente “seguir dialogando” o hacen un llamamiento a los demás para que “busquen el diálogo”.

En el lenguaje cotidiano, el término diálogo se utiliza en el sentido de “conversación”. En el discurso profesional, sin embargo, el diálogo describe una forma específica de hablar con las y los demás: es un intento serio de entender mejor a la otra parte y de hacerse entender.
El resultado del diálogo y la cuestión de si una parte puede convencer a la otra quedan inicialmente abiertos. Los diálogos pueden surgir espontáneamente o, como es el tema de esta formación, pueden planificarse, organizarse y, por lo general, ser facilitados.

El reciente uso casi inflacionario del término en el lenguaje cotidiano y periodístico conduce a arbitrariedades del tipo: siempre que dos personas hablan entre sí, están dialogando. Aunque esto corresponde a la comprensión cotidiana de la palabra diálogo, conduce a una dilución del término y, en última instancia, perjudica el proyecto de “atreverse a dialogar más”.

Por ello, como primer paso, queremos aclarar el diálogo como término técnico.

¿Qué entendemos por diálogo?

La palabra diálogo procede del griego antiguo diálogo y significa conversación.

Diálogos se compone de las dos partes de la palabra diá (a través de, inter) y lógos (palabra, discurso, significado), que puede parafrasearse como “flujo de palabras” o “flujo de significados”.

La idea del diálogo socrático, transmitida por Platón, es que a través del diálogo se hace aflorar el conocimiento de la otra persona (mayéutica) y de este modo se fomenta el pensamiento independiente y autodeterminado de todos los y las participantes.

En las últimas décadas, el tema del diálogo ha ocupado a teóricos(as) y profesionales de muy diversas disciplinas. Lo que todos tienen en común es que se centran en la interacción personal.

La disposición a escucharse mutuamente debe conducir a encuentros serios y procesos de aprendizaje conjunto que permitan la transformación de conflictos.

Entre los pioneros importantes en este campo se encuentran el filósofo religioso Martin Buber (1878-1958), el físico cuántico David Bohm (1917-1992), el teórico de sistemas y practicante del diálogo William Isaacs y, en los países de habla alemana, los fundadores del Instituto para la Facilitación de Procesos de Diálogo, Martina y Johannes Harkemeyer.

Los distintos enfoques se basan en una pretensión sustantiva común que define el diálogo en el sentido del término técnico y lo distingue de otras formas de conversación y discusión: Se trata de

  • escuchar
  • comprender mejor a la otra persona,
  • desarrollar empatía,
  • abrir nuevos espacios de pensamiento e
  • iniciar procesos de aprendizaje.

De este modo, se pueden explorar las posibilidades de resolver problemas y transformar conflictos en el futuro.

Se concede gran importancia a la relación entre las partes implicadas y a un posible cambio en la relación. Escuchar se convierte en algo más importante que defender la propia postura. En este contexto, algunos autores hablan de suspensión temporal, es decir, de dejar en suspenso la propia opinión. “Escuchar para aprender” es una forma pegadiza de describir este proceso. Dialogar significa: “escuchar con suficiente profundidad para cambiar con lo que se aprende”. Creemos que nadie ha descrito mejor el papel formativo de la escucha que Michael Ende en su famoso libro infantil “Momo”.