Muchas personas son su mayor crítico. ¿Estás familiarizado(a) con esos comentarios internos con los que nos evaluamos a nosotros mismos, que suelen incluir un “demasiado” o “yo debería” o “ojalá hubiera hecho…”? Con ellos hemos desarrollado una excelente estrategia para sentirnos insatisfechos(as).
Se te permite ser imperfecto(a). Te está permitido aceptarte con tus propias debilidades y fortalezas. No siempre tiene que haber un más, un mejor o un diferente. Aunque estés triste y te sientas mal, estás bien. Aceptarte significa ser con vos mismo(a) como serías con tu mejor amigo(a): comprensivo(a), benevolente, considerado(a), indulgente, reconfortante, solidario(a). Decide si prefieres debilitarte o fortalecerte. Ambos requieren la misma cantidad de energía.
Compañeros(a) de trabajo, jefes, vecinos, profesores, clientes…. Sólo podemos elegirnos a nosotros(a) mismos hasta cierto punto, y a más tardar con los familiares y parientes esto no es posible en absoluto. Tal vez podamos evitar a algunas personas. Pero probablemente será muy difícil hacerles cambiar. En lugar de malgastar nuestra energía en enojarnos y molestarnos, la estrategia más inteligente es aceptar a las y los demás en su idiosincrasia y comportamiento.
Por supuesto, la aceptación de las y los demás tiene unos límites claros, a saber, si te ves obstaculizado(a), restringido(a) o herido psicológicamente por su comportamiento. Entonces debes protegerte, defenderte y hacerte valer. En la vida, siempre te encontrarás con situaciones que percibes como injustas:
En estas situaciones puedes reclamar a la compañía telefónica, puedes recurrir a la comisión encargada de los exámenes. Con la ayuda de un abogado, quizá consigas que anulen la multa. Todo esto cuesta tiempo, energía y nervios, y probablemente también dinero. ¿Vale siempre la pena tener razón?
Piensa si no sería mejor dejar pasar el asunto. El ejercicio siguiente puede mostrarte lo agradable que sería.
A lo largo de su vida, cada persona desarrolla patrones de valoración muy individuales basados en sus experiencias de vida individuales. Dependiendo de cómo se perciba a sí mismo(a), a sus semejantes y a su entorno, de cómo piense sobre ellos y evalúe todo esto, una misma situación puede vivirse como agradable o como estresante. Puesto que nos organizamos principalmente a través de nuestros cinco sentidos, también almacenamos nuestras experiencias de vida a través de nuestras impresiones sensoriales.
Seguramente has estado alguna vez en el mar y te has fijado en las olas que hay allí. Cuando piensas ahora en esas olas:
Dependiendo de esto, tienes una inclinación más visual, auditiva o cinestésica (véase el siguiente ejercicio).
Percibir las cosas que nos rodean es el primer paso, seguido inmediatamente por relacionarlas con nuestras experiencias anteriores.
Las personas que vivieron de alguna forma el tsunami de Tailandia e Indonesia en 2004 evaluarán las olas del mar como amenazantes. Un surfista experimentado, en cambio, se emocionará cuando oiga hablar de olas gigantes.
Basándonos en nuestras experiencias, tenemos una evaluación preparada muy rápidamente en cada nueva situación, para poder reaccionar sin pensar demasiado. Sin embargo, cabe preguntarse si esta evaluación y la reacción subsiguiente son adecuadas para la nueva situación.
Supongamos que en la infancia aprendimos que la impotencia o la ira nos proporcionarán mucha atención y afecto. Pero si, de adulto, actuamos repetidamente con impotencia o atacamos a otras personas con ira, esto sin duda no nos llevará a una satisfacción sana de las necesidades a largo plazo.