Módulo 4: Diseñar caminos hacia la paz
Módulo 5.1. Intervenciones para la Resiliencia
2 of 4

Mi parte, tu parte… ¿o el destino?

Introducción

En este capítulo aprenderás lo importante y enriquecedor que es asumir la responsabilidad de lo que vives o has vivido. De este modo ya no tendrás la sensación de estar a merced de tu destino. Tú mismo controlas tus sentimientos y, de este modo, te aseguras activamente tu bienestar.

Mi parte, tu parte… ¿o el destino?

Cada persona afronta las situaciones difíciles de forma diferente. Una actitud muy extendida y muy práctica es culpar siempre a las y los demás. Porque entonces la responsabilidad no recae sobre uno(a) mismo(a) y no es necesario cambiar nada del propio comportamiento. Con la ayuda de esta estrategia, uno puede al menos sentirse “intacto” “¡Si es culpa del otro, no es culpa mía!”.

Aunque regañes, te enfades con las y los demás, esto te libera al principio y te da la sensación de preservar tu autoestima durante un tiempo. Pero en realidad esto no funciona bien, porque los conflictos no se solucionan de esta manera, nos quedamos estancados(as) y nos quedamos con los sentimientos negativos durante demasiado tiempo. Especialmente en las relaciones, a menudo se observa este papel de víctima elegido por uno(a) mismo(a). Como uno(a) no tiene la culpa de las dificultades, debe ser culpa de la otra persona.

Los conflictos casi siempre culminan con la exigencia de que la otra persona debe cambiar. Como las personas sólo hacen esto en contadas ocasiones, suelen romper en algún momento. Pero los conflictos suelen repetirse en la siguiente relación, porque nunca se cuestionaron las propias actitudes y acciones. Estoy convencido(a) de que sólo hay una salida: hay que cambiar de actitud y asumir la responsabilidad de nuestra parte en las dificultades. Si cambiamos nuestras pautas de comportamiento, si cambiamos nuestras reacciones ante las y los demás, inevitablemente las demás personas también cambiarán.

Afrontar las dificultades

También es muy diferente cómo afrontamos los golpes del destino. Por ejemplo, si sufrimos un accidente por causas ajenas a nuestra voluntad o si nuestra empresa tiene que declararse en quiebra, nos convertimos en auténticas víctimas. Pero recuperar el valor para afrontar la vida depende de nosotros(as).

En todas las situaciones difíciles de la vida, ya sean autoinfligidas o no, es importante asumir la responsabilidad de uno(a) mismo(a) para mantener la resistencia mental de un tentempié. Se trata de una actitud que no es evidente, porque cuando surgen problemas y dificultades, tendemos a adormecernos primero con alcohol, comida, televisión o incluso actividades deportivas excesivas, para no sentir tan intensamente el dolor, la pérdida, la herida. Algunas personas, especialmente tras una ruptura o una muerte, simplemente siguen como antes para no tener que enfrentarse a la dolorosa situación. De este modo, su propia base no se tambalea por el momento y siguen sintiéndose supuestamente seguras.

Los mecanismos de protección sólo funcionan durante poco tiempo

Todo esto son reacciones de protección; la gente no quiere admitir algo e intenta suprimirlo. Al principio, eso está perfectamente bien. En algún momento, sin embargo, tendremos que enfrentarnos a la situación. Las cosas que no se han procesado, los recuerdos del tipo “Lo que me hizo…”, tienen la desagradable costumbre de aparecer una y otra vez en nuestra conciencia. En el momento de recordarlo, el sentimiento asociado al recuerdo también vuelve a aparecer. Lo mismo ocurre con pensamientos como: “¡Esto es tan injusto! ¿Por qué me ha tenido que pasar esto a mí?”.

Afrontar la carga

Te darás cuenta de que algo te sigue corroyendo por dentro, que lo que viviste te sigue pesando, sobre todo a través de tus reacciones físicas, es decir, cuando tu respiración cambia al pensar en ello y puedes sentir opresión en el pecho. Como dice el refrán: “El tiempo lo cura todo. Con el tiempo, no duele tanto”. Sin embargo, en algún momento debes empezar a afrontar el asunto estresante, la situación difícil.

No podemos deshacer lo que hemos vivido. Por desgracia, no siempre puedes elegir las circunstancias actuales. Pero sí puedes decidir cómo afrontarlas. Ben Furmann, psicoterapeuta, escribió el libro “Nunca es demasiado tarde para tener una infancia feliz”. Su mensaje también es que no siempre tenemos que ver el pasado como la fuente de todos los problemas, en la línea de “nosotros(as) como víctimas de nuestra infancia o incluso del pasado reciente”. Por el contrario, podemos verlo como una fuente de fuerza. Con esta actitud, decidimos por nosotros(as) mismos(as) cómo nos relacionamos con nuestra propia historia y asumimos así la responsabilidad de nuestro bienestar actual.

Aprovechar los impulsos emocionales

A la mayoría de las personas les gusta instalarse en hábitos, luego se convencen a sí mismas de situaciones y permanecen en condiciones de vida que no han sido buenas para ellas durante mucho tiempo. Ya sea en una relación de pareja en la que se sienten aburridos(as) o francamente infelices, ya sea en un trabajo que no les lleva más lejos. Claro, puede ser todo un “atrevimiento” echar un vistazo más de cerca porque entonces puede que tengamos que cambiar algo. Quizá también exista un miedo al cambio, porque no sabemos de antemano si las cosas irán realmente mucho mejor después. Inconscientemente, siempre sopesamos lo que ganamos con un comportamiento y cuál es su precio.

Autochequeo: Analiza tu situación de vida actual

Ahora anota con calma tus observaciones sobre tu situación vital actual:

  • ¿Qué es lo que no te satisface? ¿Te culpas a ti mismo(a) o a las demás personas de cómo están las cosas? ¿Quién debería cambiar?
  • A continuación, anota cómo te comportas, cómo reacciona tu entorno ante ti. Escribe con sinceridad tus pensamientos y valoraciones de la situación.
  • Pregunta a personas neutrales de tu entorno cómo perciben la situación.
  • Comprueba y distingue qué son hechos y qué son interpretaciones. Haz autocrítica si te das cuenta de que estás menospreciando o minimizando la situación.
  • Utiliza tus cinco sentidos, extiende tus antenas, confía en tu sensor interior para detectar a tiempo las discrepancias en tu vida y en tu entorno.