Módulo 4: Diseñar caminos hacia la paz
Módulo 5.1. Intervenciones para la Resiliencia
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Racionalidad Limitada

La racionalidad limitada

La gente no siempre toma las decisiones que más le convienen. Hay casos en los que no sabemos realmente por qué hacemos o dejamos de hacer las cosas. Una razón puede ser porque siempre se ha hecho así, aunque parezca irracional.

Varios rasgos psicológicos (por ejemplo, sentirse más cómodo en una rutina establecida, encontrar más fácil la inacción, sentirse excesivamente positivo sobre una elección hecha previamente, etc.) forman parte de la “naturaleza humana” y pueden utilizarse para explicar por qué la gente no se comporta como predeciríamos desde una perspectiva racional.

La racionalidad limitada se refiere a la característica de la cognición humana de disponer de recursos limitados (capacidad de pensamiento, información disponible y tiempo asignado). Como consecuencia, las personas tienden a encontrar formas más sencillas y fáciles de tomar decisiones y actuar, independientemente de su inteligencia. El concepto de racionalidad limitada está muy próximo al de miseria cognitiva.

Desempacando la racionalidad limitada

Para poder superar la brecha entre la intención y la acción necesitamos comprender y abordar los siguientes elementos de la racionalidad limitada.

Autocontrol/Poder de voluntad

Las tentaciones y los impulsos afectan a nuestras decisiones y acciones, incluidas las que van en contra del camino que habíamos decidido seguir y de los objetivos que nos habíamos marcado. Todos nos enfrentamos a estas luchas, pero no siempre tenemos la misma capacidad a la hora de refrenar o regular estos impulsos. Cuando nuestros recursos mentales están agotados (por el estrés, el cansancio, etc.) nuestra fuerza de voluntad disminuye. Algunos comportamientos son más adictivos que otros.

Sesgo actual

La gente suele preferir una ganancia menor a corto plazo a una mayor en el futuro, incluso a veces conscientemente al considerar las compensaciones. Sobrevaloramos las recompensas inmediatas, lo que merma nuestra capacidad de tomar decisiones para perseguir intereses a más largo plazo que nos beneficiarían más. Esto tiene múltiples consecuencias, entre ellas la necesidad de crear ganancias rápidas y pequeñas para las personas en el camino hacia lo que puede ser un cambio de comportamiento más profundo con mayores recompensas, acercando piezas de beneficio futuro al presente.

Procrastinación

Podemos ser tan buenos retrasando acciones positivas como complaciendo impulsos negativos repentinos (“hoy no es el día adecuado, aún hay tiempo”). Aplazar decisiones puede explicarse por el deseo de aprovechar el tiempo presente para acciones más satisfactorias, o por la complejidad de realizar un cambio. En ambos casos, las emociones se apoderan de nosotros(as) y nos olvidamos del plan a más largo plazo, a pesar del coste de retrasar la acción. Magnificar las consecuencias de la acción o la inacción con respecto a lo que ocurrirá para nuestro yo futuro es una respuesta programática clásica a este problema.

Factores de dificultad

Inconvenientes menores que impiden actuar. A veces, un trámite que requiere un poco de tiempo, papeleo que rellenar o una pequeña inversión se perciben como complicaciones mayores que pueden impedirnos actuar de forma desproporcionada.

Hábitos y statu quo

La opción por defecto de los seres humanos suele ser el statu quo. A menudo nos sentimos más cómodos en una rutina establecida, nos resulta más fácil la inacción, nos sentimos excesivamente positivos respecto a una decisión tomada anteriormente y somos reacios al cambio porque puede ser arriesgado. Muchos de estos sentimientos nos llevan a la inercia aunque no sea lo mejor para nosotros. Además, una parte importante de nuestra vida es habitual, y las acciones relacionadas suelen ser automáticas e impulsadas por partes específicas del cerebro, asociadas a un contexto o un momento, siguiendo un ritual, y el propio propósito de estas acciones pierde importancia.

Introducir novedades en estos patrones mentales no está exento de fricciones y trastornos.

Heurística

Las heurísticas son atajos cognitivos o reglas empíricas que simplifican las decisiones. A menudo se basan en sesgos cognitivos similares a los que utiliza nuestro cerebro para filtrar la información (véase sesgos cognitivos) y facilitan la respuesta a las preguntas. Como elegir puede ser difícil y requiere esfuerzo, recurrimos a nuestra intuición, hacemos conjeturas, estereotipamos o utilizamos lo que describimos como “sentido común” para evitar la fatiga de decisión.

Compromiso incoherente

La coherencia conductual tiende a hacernos sentir obligados a atenernos a una decisión que hemos tomado y a seguir realizando acciones asociadas para mantener una imagen positiva de nosotros(as) mismos(as).

La incoherencia puede provocar sentimientos negativos hacia nosotros mismos.

Sin embargo, en muchas situaciones nuestro compromiso puede desvanecerse por varias razones, como una fuerza de voluntad insuficiente, la oposición de otras personas o el bajo coste de romper el compromiso. La existencia de un compromiso más público y oficial suele favorecer la continuidad.

Contexto/marco de decisión

El contexto en el que se toma una decisión (incluido el lugar físico), así como la forma en que se enmarca (por ejemplo, cómo se presentan las opciones), tienen una gran influencia en la elección de un curso de acción, independientemente del análisis racional de estas opciones. Este concepto suele denominarse “arquitectura de la elección”.

Fuente:

Petit, V. (2019). El modelo de impulsores del comportamiento: Un marco conceptual para la programación del cambio social y de comportamiento. UNICEF. P. 36 – 37