Módulo 4: Diseñar caminos hacia la paz
Módulo 5.1. Intervenciones para la Resiliencia
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Las necesidades humanas según Manfred Max-Neef

Manfred Max-Neef fue un intelectual, economista, ambientalista y político chileno, autor de varios libros, ganador del Right Livelihood Award en 1983 y candidato independiente (Movimiento ecologista) a la presidencia de Chile en 1993.

Fue considerado por sus ideas, enfoques económicos y ambientalistas como un adelantado para su época. Sus obras más destacas son dos tesis que denominó “La economía descalza” y “Desarrollo a escala humana” las que definen una matriz que abarca nueve necesidades humanas básicas: subsistencia, protección, afecto, comprensión o entendimiento, participación, creación, ocio identidad y libertad, además proponía una décima necesidad, pero que prefería mantener separada de las anteriores: la trascendencia.

A continuación, encontrarán algunos extractos de su libro “Desarrollo a escala humana” en relación a las necesidades humanas que son un insumo importante para nuestro camino hacia la sostenibilidad y la paz.

Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Manfred_Max-Neef

Tres postulados y algunas proposiciones

El desarrollo se refiere a las personas y no a los objetos

Este es el postulado básico del Desarrollo a Escala Humana.

Aceptar este postulado –ya sea por opciones éticas, racionales o intuitivas– nos conduce a formularnos la siguiente pregunta fundamental: «¿Cómo puede establecerse que un determinado proceso de desarrollo es mejor que otro?». Dentro del paradigma tradicional, se tienen indicadores tales como el Producto Bruto Interno (PBI), el cual es, de alguna manera y caricaturizándolo un poco, un indicador del crecimiento cuantitativo de los objetos.

Necesitamos ahora un indicador del crecimiento cualitativo de las personas. ¿Cuál podría ser?

Contestamos la pregunta en los siguientes términos:

«El mejor proceso de desarrollo será aquel que permita elevar más la calidad de vida de las personas».

La pregunta siguiente se desprende de inmediato: «¿Qué determina la calidad de vida de las personas?».

«La calidad de vida dependerá de las posibilidades que tengan las personas de satisfacer adecuadamente sus necesidades humanas fundamentales».

Surge la tercera pregunta: « ¿Cuáles son esas necesidades fundamentales? y/o ¿quién decide cuáles son?». Antes de responder a esta pregunta, deben hacerse algunas disquisiciones.

Necesidades y satisfactores

Se ha creído, tradicionalmente, que las necesidades humanas tienden a ser infinitas; que están constantemente cambiando; que varían de una cultura a otra, y que son diferentes en cada período histórico. Nos parece que tales suposiciones son incorrectas, puesto que son producto de un error conceptual.

El típico error que se comete en la literatura y análisis acerca de las necesidades humanas es que no se explicita la diferencia fundamental entre lo que son propiamente necesidades y lo que son satisfactores de esas necesidades. Es indispensable hacer una distinción entre ambos conceptos –como se demostrará más adelante– por motivos tanto epistemológicos como metodológicos.

La persona es un ser de necesidades múltiples e interdependientes. Por ello las necesidades humanas deben entenderse como un sistema en que las mismas se interrelacionan e interactúan. Simultaneidades, complementariedades y compensaciones (trade-offs) son características de la dinámica del proceso de satisfacción de las necesidades.

Las necesidades humanas pueden desagregarse conforme a múltiples criterios, y las ciencias humanas ofrecen en este sentido una vasta y variada literatura. En este documento se combinan dos criterios posibles de desagregación: según categorías existenciales y según categorías axiológicas. Esta combinación permite operar con una clasificación que incluye, por una parte, las necesidades de Ser, Tener, Hacer y Estar; y, por la otra, las necesidades de Subsistencia, Protección, Afecto, Entendimiento, Participación, Ocio, Creación, Identidad y Libertad.1

Ambas categorías de necesidades pueden combinarse con la ayuda de una matriz.

De la clasificación propuesta se desprende que, por ejemplo, alimentación y abrigo no deben considerarse como necesidades, sino como satisfactores de la necesidad fundamental de subsistencia. Del mismo modo, la educación (ya sea formal o informal), el estudio, la investigación, la estimulación precoz y la meditación son satisfactores de la necesidad de entendimiento.

Los sistemas curativos, la prevención y los esquemas de salud, en general, son satisfactores de la necesidad de protección.

No existe correspondencia biunívoca entre necesidades y satisfactores. Un satisfactor puede contribuir simultáneamente a la satisfacción de diversas necesidades o, a la inversa, una necesidad puede requerir de diversos satisfactores para ser satisfecha. Ni siquiera estas relaciones son fijas. Pueden variar según tiempo, lugar y circunstancias.

Valga un ejemplo como ilustración. Cuando una madre le da el pecho a su bebé, a través de ese acto, contribuye a que la criatura reciba satisfacción simultánea para sus necesidades de subsistencia, protección, afecto e identidad.

La situación es obviamente distinta si el bebé es alimentado de manera más mecánica.

Habiendo diferenciado los conceptos de necesidad y de satisfactor, es posible formular dos postulados adicionales.

Primero:

Las necesidades humanas fundamentales son finitas, pocas y clasificables. 

Segundo:

Las necesidades humanas fundamentales (como las contenidas en el sistema propuesto) son las mismas en todas las culturas y en todos los períodos históricos. Lo que cambia, a través del tiempo y de las culturas, es la manera o los medios utilizados para la satisfacción de las necesidades. 

(Ver «Fundamentación», páginas 45 a 51).

Cada sistema económico, social y político adopta diferentes estilos para la satisfacción de las mismas necesidades humanas fundamentales. En cada sistema, éstas se satisfacen (o no se satisfacen) através de la generación (o no generación) de diferentes tipos de satisfactores.

Uno de los aspectos que define una cultura es su elección de satisfactores. Las necesidades humanas fundamentales de un individuo que pertenece a una so ciedad con sumista son las mismas de aquel que pertenece a una sociedad ascética. Lo que

cambia es la elección de cantidad y calidad de los satisfactores, y/o las posibilidades de tener acceso a los satisfactores requeridos.

Lo que está culturalmente determinado no son las necesidades humanas fundamentales, sino los satisfactores de esas necesidades. El cambio cultural es –entre otras cosas– consecuencia de abandonar satisfactores tradicionales para reemplazarlos por otros nuevos y diferentes.

Cabe agregar que cada necesidad puede satisfacerse a niveles diferentes y con distintas intensidades.

Más aún, se satisfacen en tres contextos:

a) en relación con uno mismo (Eigenwelt);

b) en relación con el grupo social (Mitwelt); y

 c) en relación con el medio ambiente (Umwelt).

La calidad e intensidad tanto de los niveles como de los contextos dependerá de tiempo, lugar y circunstancia.

La pobreza y las pobrezas.

El sistema propuesto permite la reinterpretación del concepto de pobreza.

El concepto tradicional es limitado y restringido, puesto que se refiere exclusivamente a la situación de aquellas personas que pueden clasificarse por debajo de un determinado umbral de ingreso. La noción es estrictamente economicista.

Sugerimos no hablar de pobreza, sino de pobrezas. De hecho, cualquier necesidad humana fundamental que no es adecuadamente satisfecha revela una pobreza humana.

La pobreza

  • de subsistencia (debido a alimentación y abrigo insuficientes);
  • de protección (debido a sistemas de salud ineficientes, a la violencia, la carrera armamentista, etc.);
  • de afecto (debido al autoritarismo, la opresión, las relaciones de explotación con el medio ambiente natural, etc.);
  • de entendimiento (debido a la deficiente calidad de. la educación);
  • de participación (debido a la marginación y discriminación de mujeres, niños y minorías);
  • de identidad (debido a la imposición de valores extraños a culturas locales y regionales, emigración forzada, exilio político, etc.) y así sucesivamente.

Pero las pobrezas no son sólo pobrezas. Son mucho más que eso. Cada pobreza genera patologías, toda vez que rebasa límites críticos de intensidad y duración. Esta es una observación medular que conviene ilustrar.

Fuente: Max-Neef, Manfred. 1993. Desarrollo a Escala Humana. Editorial Nordan-Comunidad. Montevideo, Uruguay. Páginas 40 a 43