Aunque este curso no es para formar terapeutas, es importante entender cómo funciona una relación terapéutica, o bien si en algún momento hacemos uso de una terapia y/o queremos acompañar y recomendar a una persona que busque el camino de sanación en el marco de una terapia. A la vez nos brinda orientaciones claves como facilitadores(as) de la resiliencia.
Por eso compartiremos acá un breve excurso de Luise Reddemann sobre la relación entre terapeuta y paciente.
Cada escuela de terapia reconoce que la relación terapéutica es el fundamento esencial de la terapia. En nuestro trabajo, es especialmente importante para nosotros(as) evitar cualquier tipo de estrés inducido terapéuticamente. Por un lado, recomiendo tener en cuenta lo que se sabe hoy sobre el estrés traumático, en particular que se trata de un fenómeno sobre el que el o la paciente difícilmente puede influir, al menos al inicio de la terapia.
Por ejemplo, una paciente me dijo muy emocionada que había recibido un mensaje de su médico diciendo que la esperaba a una hora determinada.
Una paciente no traumatizada podría decir o pensar: “Pero ese es un tono extraño” sin alterarse particularmente.
Para una paciente traumatizada por una situación de violencia extrema, esto significa que se trata de una orden: “Esto es una orden y las órdenes siempre son el comienzo de un desastre. Pronto estaré impotente e indefensa.”
La activación o agitación es también una expresión de la típica fisiología de estrés de la paciente.
Una vez que se ha desencadenado la reacción de estrés, la paciente necesita un poco de esfuerzo para calmarse nuevamente.
Las intervenciones que en pacientes neuróticos producen señales de ansiedad – terapéuticamente útiles – muchas veces provocan ansiedad traumática en pacientes traumatizados y esto no es útil, no hace sentido.
Una intervención especialmente para reducir el estrés al inicio de cada proceso de acompañamiento, cambio y/o terapia consiste en brindar información y aclaraciones.
Lo que más les faltaba a las personas que no podían procesar el trauma era la capacidad de calmarse o un ambiente calmante. Por ello, creemos que es importante tener como facilitador(a) o terapeuta un efecto calmante y fomentar la capacidad de auto calmarse en la persona acompañada.
Por esta razón, considero deseable una transferencia leve, positiva y no idealizante y recomiendo que el o la terapeuta trabaje para lograrla. Las orientaciones o interpretaciones de lo compartido por la persona acompañada siempre deben darse de tal manera que ella se sienta invitada a descubrir algo sobre sí misma.
Una persona acompañada que se siente pillada por sorpresa o desalentada por una interpretación – porque vuelve a tener la sensación de que ha hecho algo mal -, o que siente que el o la terapeuta o facilitador(a) sabe más de ella que ella misma de sí misma, también responderá a esto con síntomas de estrés.
El terapeuta de trauma holandés Lansen, que también es analista, afirmó lo siguiente:
“Hay que olvidar mucho de lo que se ha aprendido.
Es importante ser natural y compasivo.”
Muchas veces, nuestra recomendación de no fomentar la regresión en la relación terapéutica se malinterpreta en el sentido de que no trabajaríamos con la relación terapéutica.
Los psicoanalistas que creen que el o la paciente debe recrear todo en la relación terapéutica nos acusan de no estar preparados(as) para afrontar sentimientos dolorosos. Eso es cierto en determinado modo. Hasta ahora no he podido encontrar que a mis pacientes les sirva permanecer demasiado tiempo con sentimientos dolorosos o incluso favorecer su aparición.
Prefiero reconocer lo que es, pero también promover siempre una autorregulación que avance hacia la sanación.
El concepto actual de que dos personas adultas se ocupen de la parte más joven lesionada, y que la persona adulta asuma la mayor responsabilidad posible sobre su yo más joven, ha demostrado ser muy eficaz.
De hecho, la regresión puede tener lugar en cualquier medida, concretamente en el “escenario interior”.
El concepto de “escenario interior” (ver más adelante), proporciona un espacio imaginario en el que también se presenta lo que de otro modo se desarrollaría dentro de una relación de transferencia.
El espacio imaginario como exteriorización imaginada de la realidad interior permite a la persona acompañada tener un control mucho más amplio.
El espacio imaginario también puede considerarse como la caja de arena o la sala de juegos del terapeuta infantil. Tanto el paciente como el terapeuta rediseñan continuamente este espacio imaginario.
Entonces no es cierto que no trabajemos con la relación terapéutica, simplemente lo hacemos de otra manera.
También creo que es importante señalar que la investigación sobre el apego ha dejado muy claro hasta qué punto las personas necesitan apoyo y seguridad para desarrollarse positivamente. Y también por eso creo que es necesario no sobrecargar la relación terapéutica con transferencias traumáticas.
Por supuesto que esto sucede, pero no hay que dejar que crezcan hasta tal punto que el o la paciente se sienta cada vez más abandonado(a) y desesperado(a).
Fuente:
Reddemann, Luise. (2005). Imagination als heilsame Kraft: Zur Behandlung von Traumafolgen mit ressourcenorientierten Verfahren. pfeiffer bei Klett-Cotta. Stuttgart. Pág 24-26. Traducido y adaptado por Rita Muckenhirn