Luego de un evento extremo o ante una situación crítica, es esperable que se desplieguen distintas reacciones en la población afectada. Éstas se pueden activar de manera inmediata (luego de algunas horas o al otro día de ocurrido el evento) o de forma tardía (luego de unos días o semanas luego del evento), conocido como distrés retardado.
Las respuestas se pueden ir modificando a lo largo del tiempo hasta reducir su intensidad. Si las reacciones persisten sin modificaciones en su frecuencia e intensidad, por aproximadamente cuatro semanas, se recomienda la consulta a profesionales de la salud.
La mayoría de las personas tiene recursos para afrontar las situaciones y por tanto desplegarán estrategias para mitigar las reacciones. Incidirá en ello la magnitud del evento, la intensidad, la frecuencia, las experiencias previas, situaciones de vulnerabilidad del momento, historias personales, redes de apoyo, entre otras.
Conocer que estas reacciones son habituales ante incidentes críticos, son un factor protector para su recuperación. Lo “anormal” es el evento extremo y no las reacciones que tienen las personas que lo padecen.
Entre las reacciones más frecuentes se encuentran las siguientes:
Ira descontrolada, angustia, crisis de llanto, insensibilidad, shock, ansiedad, desrealización, agobio, miedo, culpa, vergüenza, tristeza, preocupación excesiva por el bienestar propio y de los seres queridos.
Impulsividad, desinhibición, aislamiento social, incapacidad para tareas rutinarias, verborrea, silencios prolongados, evitar lugares o personas que recuerden el evento, dificultades en el rendimiento académico o laboral, desconfianza, incapacidad para descansar, pesadillas, apetito alterado, aumento del consumo de alcohol, tabaco o drogas.
Rumiaciones, amnesia, no recordar momentos del incidente, dificultad para mantener la concentración y la atención, confusión, embotamiento, dificultad para realizar tareas automáticas, hipervigilancia, estado de hiperalerta.
Temblores, escalofríos, entumecimientos de las extremidades, fatiga, dolor de cabeza, sudor excesivo, fotofobia, hiperventilación, presión alta, dolor en el pecho, alteraciones gastrointestinales.
Fuente:
Loarche Guerra, Graciela; Pereira Condinanza, Mariana; Dutra Shaw, María Virginia. (2024). Facultad de Psicología. Universidad de la República. Montevideo, Uruguay.