El cerebro humano está compuesto por dos hemisferios: el derecho y el izquierdo, unidos por el corpus callosum, una banda de tejido que facilita su comunicación.
Aunque ambos lados comparten una estructura similar, se especializan en funciones diferentes.
Esto se conoce como lateralización cerebral, que hace que, dependiendo de la tarea, uno de los hemisferios pueda tener un rol más destacado. Ambos hemisferios trabajan en conjunto, cada uno contribuyendo con sus propias fortalezas.
El hemisferio izquierdo maneja el lado derecho del cuerpo.
En cuanto al comportamiento y procesamiento, este hemisferio:
Por su parte, el hemisferio derecho:
Investigaciones recientes demuestran que, si bien cada hemisferio tiene sus dominios específicos, su colaboración es esencial para entender nuestra forma de interpretar el mundo y actuar en él.
Por ejemplo, aunque el hemisferio izquierdo domina el lenguaje, necesitamos el hemisferio derecho para entender el contexto emocional.
De la misma manera, en la toma de decisiones, se cuenta con la lógica y planificación del hemisferio izquierdo, pero también de la creatividad e intuición emocional del derecho.
El trauma ejerce un impacto en la interacción entre los hemisferios cerebrales y modifica la colaboración y el equilibrio natural.
Se ha visto que, tanto durante como después de vivir experiencias traumáticas, hay una tendencia a la desactivación del hemisferio izquierdo.
Esto complica la expresión verbal del trauma y a la vez silencia las emociones positivas y el savoir-faire (saber hacer) social que aporta este hemisferio.
Este cambio en el equilibrio hemisférico también explica los cambios cognitivos del trauma, la dificultad para concentrarse, comprender y secuenciar.
Esta comprensión del efecto del trauma en los hemisferios cerebrales nos ilumina sobre la importancia de incluir el cuerpo y sus sensaciones en la terapia psicológica.
Cuando el lenguaje, la cognición y la memoria explícita se ven afectados, una terapia que se basa únicamente en estos elementos resulta insuficiente. Además, al saber que cada hemisferio del cerebro domina el lado contrario del cuerpo, podemos utilizar el movimiento consciente de cada lado de nuestro cuerpo para acceder y activar cada hemisferio y su funcionamiento.
Numerosos estudios han demostrado también que en trauma el corpus callosum se vuelve menos eficaz en su rol de integración y como mediador de la cooperación entre ambos hemisferios. Esto dificulta nuestra capacidad de entender y procesar experiencias vividas y presentes de una forma coherente y completa.
El movimiento consciente, tal y como se ofrece en yoga sensible al trauma, nos ofrece una posibilidad de trabajar ambos hemisferios de forma conjunta. Para ejecutar las posturas, ambos hemisferios deben colaborar.
Para ello, un ejercicio útil es la respiración alterna que les vamos a mostrar ahora.
Fuente:
Macaya, María. (2024). Yoga sensible al trauma. Sanando desde el interior. Plataforma Editorial. Barcelona. Pág. 95-100