Acá puedes escuchar y/o descargar la grabación de la meditación guiada.
Abajo encuentras el texto de la meditación.
Encuentra un lugar que para ti sea tranquilo, donde puedas estar cómodo(a), ya sea sentado(a) o tumbado(a).
Quizás quieras cerrar tus ojos o mantener los entre abiertos. En este caso, mantenelos fijos en un punto de quietud como el suelo o en un objeto que te dé tranquilidad y que te recuerda al pasado, incluso a generaciones pasadas si lo tienes.
En esta meditación nos enfocaremos a través de las distintas partes de nuestro cuerpo en nuestra conexión con las demás personas, en especial con nuestros antepasados.
Al llevar la atención a las distintas partes de tu cuerpo, quizás quieras quedarte en quietud o podrás mover esa parte de vos para que el movimiento te acompañe.
Para aterrizar tu mente en el presente y en tu cuerpo, puedes llevar tu atención a tu respiración, sintiendo cómo el aire entra y sale de tus pulmones.
La inhalación puede ser una forma de conectar con tu interior y la exhalación con el mundo exterior que te rodea y con el aire que ha sido respirado de generación en generación, reconociendo así el intercambio continuo que como seres tenemos entre nosotros, nosotras y las demás personas.
Cuando quieras, lleva tu atención a tus pies. Siente el contacto de tus pies con la superficie en la que los apoyas.
Es una oportunidad para recordar la tierra sobre la que caminas y te apoyas, sobre la que también caminaron tus ancestros.
Cada paso que das resuena con los pasos de quienes vinieron antes de vos.
Puedes aprovechar esta oportunidad para agradecer a tus pies este vínculo sagrado.
A tu propio ritmo, lleva tu atención hacia tus piernas. Estas sostienen no sólo tu cuerpo, sino también las historias y los viajes de tus ancestros. Imagina las travesías que emprendieron, los caminos que recorrieron y cómo esas experiencias se entrelazan en tu propia capacidad para moverte y avanzar.
Cuando lo consideres oportuno, centra tu atención en tu abdomen y tu pecho, de nuevo observando tu respiración.
Cada aliento es un reflejo del soplo de vida que ha sido transmitido de generación en generación.
Al respirar conectas con el ciclo de vida que tus ancestros también experimentaron.
A tu propio ritmo, lleva tu atención a tus manos.
Es una oportunidad para pensar en las manos de tus ancestros, las obras que crearon, los desafíos que afrontaron y el amor que dieron y recibieron.
Con tus manos tienes el poder de honrar su legado a través de tus propias acciones y creaciones.
Cuando estés preparado(a), lleva tu conciencia a tu corazón.
Tu latido, que quizás sientas o tal vez puedas imaginar, es un eco de los corazones de aquellos que te precedieron.
Tu corazón alberga no solo tus emociones, sino también las esperanzas, sueños y amores de tus ancestros.
Reconoce cómo sus experiencias han contribuido a la riqueza de tu propia vida.
Quizás quieras imaginar ahora que desde tu corazón emana una luz cálida que se extiende hacia atrás en el tiempo, conectando con tus ancestros. Siente su apoyo, su sabiduría y su fuerza, uniéndose a la luz de tu corazón.
Esta luz simboliza la conexión inquebrantable entre tú y tus raíces, entretejiendo tu presente con su pasado.
Esta respiración, latido del corazón y luz, se vinculan no solo con tus ancestros, sino con toda la humanidad.
Cada uno y cada una de nosotros(as) es el resultado de innumerables historias entrelazadas, y en ese momento puedes reconocer ese tejido común que nos une a todos y todas.
Cuando quieras empezar a concluir, puedes volver a centrar tu atención en tu respiración.
Con cada inhalación podrías sentir un agradecimiento por tu herencia y por la red de vida de la que formas parte.
Con cada exhalación puedes liberar cualquier sensación de aislamiento, recordando tu conexión con tus ancestros y con la humanidad compartida.
Fuente:
Macaya, María. (2024). Yoga sensible al trauma. Sanando desde el interior. Plataforma Editorial. Barcelona. Pág. 84-87