Una clave central para desarrollar la resiliencia son las experiencias de aprendizaje integrador que vayan acompañadas de entusiasmo, creatividad y preocupación personal. Estas experiencias de aprendizaje estimulan la plasticidad neuronal y aseguran los procesos de adaptación necesarios. Las investigaciones muestran que la neuroplasticidad se puede estimular hasta la vejez bien avanzada.
Las estructuras cerebrales se reconectan y la experiencia psicológica y emocional se modifica de manera tan sostenible que se puede estimular la adaptabilidad, la regulación del estrés y la función inmune.
El concepto de integración neuronal del neuropsicólogo Daniel Siegel representa un enfoque central para el entrenamiento en las 8 claves o el círculo de la resiliencia.
El modelo muestra cómo se coordinan las distintas funciones entre los hemisferios derecho e izquierdo del cerebro y cómo se pueden conectar las regiones cerebrales más antiguas y más nuevas. La comunicación, la empatía, la narración de historias, el trabajo creativo con símbolos, imágenes, palabras y el intercambio compartido juegan un papel central.
Todos estos aspectos se utilizan en el Bazar de la Resiliencia.
Con este ejercicio sencillo, divertido y creativo, los ocho campos de competencia de la resiliencia se activan y se proporcionan recursos valiosos para las y los participantes.
Para realizar el ejercicio no necesita tener ningún conocimiento previo especial sobre el tema de la resiliencia ni sobre el significado de las distintas áreas de competencia.
Por lo tanto, es especialmente adecuado para una introducción animada al coaching o formación en resiliencia.
Puede utilizar la intervención como preparación para una posterior aclaración del encargo y/o una unidad de entrenamiento en profundidad. Es muy adecuado en entornos grupales y de equipo como parte de la prevención, el afrontamiento y el procesamiento de crisis.
El concepto de integración neuronal de Daniel Siegel describe cómo se coordinan diferentes áreas del cerebro y se conectan partes separadas del cerebro para que el cerebro, el sistema nervioso autónomo y las funciones corporales funcionen juntos de manera óptima. La integración se produce a nivel vertical y horizontal.
En el nivel vertical, las partes evolutivas más antiguas del cerebro, que son responsables de la supervivencia, los instintos y los sentimientos, están conectadas con las áreas más jóvenes que son responsables de la reflexión y la percepción y acción conscientes.
El nivel horizontal es donde se produce la integración de los hemisferios izquierdo y derecho del cerebro, lo que permite una cooperación equilibrada entre sus diversos funcionamientos asimétricos.
Estos se explican porque mediante una mayor diferenciación de las estructuras corticales se puede lograr una mayor complejidad funcional. Además, los hemisferios reciben corrientes de información de diversas fuentes de datos sensoriales.
Incluso si, según Siegel, se debe evitar la dicotomización y la simplificación, surgen diferencias funcionales relevantes y estables.
El hemisferio derecho se desarrolla más activamente en los primeros dos o tres años de vida y el izquierdo se vuelve más activo a partir del segundo año de vida. En los años siguientes se producen varios avances de izquierda a derecha, y el tejido conectivo, el cuerpo calloso, se desarrolla mucho después de los 20 años.
La resiliencia a nivel neuronal está, por tanto, ligada a la flexibilidad mental, a una buena conexión comunicativa y a la integración de estructuras horizontales y verticales. Para Siegel, aquí es donde reside la verdadera fuente de la creatividad humana.
La integración neuronal es fácil de entender utilizando a los niños y niñas como ejemplo y también se puede explicar a las y los participantes.
Si las y los niños se enfrentan a nuevos retos importantes o tienen experiencias estresantes, por ejemplo si sufren un accidente, una discusión entre sus padres o se sienten abrumados por la presión de tener un buen rendimiento en la escuela, al principio pueden sentirse emocionalmente abrumados y actuar confusos y caóticos. En lugar de reaccionar con calma, adecuada y racionalmente a la situación, se producen ataques de agresión, desafío, ira o llanto. Siegel llama a este estado de desintegración o disolución.
Las personas adultas también experimentan esta condición. No tiene sentido lo que está pasando. Las emociones no se pueden expresar con palabras ni explicar en contexto.
Si una persona se encuentra en un estado de sobrecarga emocional, el lenguaje y la lógica no pueden hacer su trabajo hasta que se hayan tenido en cuenta las necesidades emocionales del hemisferio derecho del cerebro.
Esto explica por qué los métodos puramente cognitivos o las preguntas de coaching sólo surten efecto después de que se hayan sintonizado con la persona a nivel emocional, es decir, con su hemisferio derecho.
Esto sucede, por ejemplo, a través de señales abiertas y no verbales, una expresión facial empática, un tono de voz afectuoso, una escucha sin prejuicios, afecto y sonrisas. Bajo altos niveles de estrés, la persona quiere primero “sentirse sentida y luego comprendida”. Daniel Siegel llama a este proceso conexión y redirección.
Primero conectan con las necesidades del hemisferio derecho y luego guían a la persona hacia la resolución de problemas, la consideración lógica de una situación o el proceso de aprendizaje real.
Un método central para iniciar y profundizar el proceso de integración es la narración de historias.
No eres vos quien cuenta una historia o una metáfora, sino apoyas a la persona que acompañas a contar su propia historia hasta que las impresiones, imágenes y sentimientos previamente no verbales se unan gradualmente para formar un todo significativo, lógico y explicable.
Es el lado derecho del cerebro el que procesa las emociones y los recuerdos autobiográficos y es el lado izquierdo del cerebro el que da sentido a los sentimientos y recuerdos.
Las intervenciones integradoras para promover la resiliencia, como las presentadas en este curso, construyen una relación con la persona acompañada.
Proporcionan una variedad de impulsos estimulantes y los invitan a adoptar continuamente nuevas perspectivas y así reconocer cada vez más detalles de su historia y completarlos hasta tal punto que los bloqueos más estrechos y las cadenas de pensamiento más rígidas se disuelvan.
La neuroplasticidad se estimula con nuevas asociaciones, ideas, información y recuerdos hasta tal punto que la autorregulación de la persona acompañada se hace cargo del trabajo real: ella comienza a contar la parte de la historia de su vida de una manera que la haga coherente.
Es decir, las emociones y las palabras confluyen de forma lógica y ordenada. El significado encuentra un lugar central en la historia, al igual que la aceptación, la autorresponsabilidad y todas las demás áreas de competencia que, por sí solas y en su interacción, dan forma a la experiencia de autoeficacia del cliente.
Trabajar con metáforas e imágenes es el foco del ejercicio “El Bazar de la Resiliencia”.
Esta intervención básica integra las estructuras horizontales y verticales y permite una introducción humorística y orientada a los recursos para trabajar con las ocho áreas de competencia.
El objetivo es sensibilizar al sistema sobre las distintas áreas de competencia, activarlas, sensibilizarlas y aclarar su interacción sistémica y compleja.
Fuente:
Amann, Ella Gabriele; Egger, Anna. (2021). Micro-Inputs Resilienz. managerSeminare. Bonn. P. 47-51