Módulo 1: Fundamentos
Módulo 2: Primeros Auxilios Psicológicos
Módulo 3: (Auto)ayuda ante los síntomas post-traumáticos
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La resiliencia y la ventana de tolerancia al estrés

En la terapia del trauma y el burnout (agotamiento o desgaste) se trabaja mucho con el modelo de la ventana de tolerancia al estrés (Window of Tolerance) según Daniel Siegel, que me gustaría presentar aquí brevemente para entender mejor cómo la resiliencia puede fortalecernos individual y colectivamente.

La ventana de tolerancia

“Siempre estamos en un estado perpetuo de 
ser creados y de crearnos a nosotros mismos.” Dan J. Siegel.

La ventana de tolerancia es un concepto desarrollado por el Dr. Dan Siegel, el mismo neurocientífico y psiquiatra que nos ofreció el modelo de la mano para explicar el cerebro triuno.

Es un concepto clave para entender la amplitud con la que nuestro sistema nervioso puede operar entre el estrés y la calma. Estar dentro de la ventana de tolerancia describe un rango que nos permite gestionar y responder a los estímulos diarios de manera emocionalmente regulada, funcionando de manera efectiva. Trabajar con la ventana de tolerancia es aprender a moverse entre diferentes estados de activación y saber cómo regresar a un lugar de equilibrio.

En los capítulos anteriores, hemos aprendido términos y conceptos que nos permiten entender claramente lo que significa estar dentro o fuera de la ventana de tolerancia. Cuando estamos dentro de esta ventana, estamos en un estado vagal, ventral. Nos sentimos seguros(as) y conectados(as), podemos fluir con las experiencias diarias y disfrutarlas.

En este estado, somos capaces de socializar, conectar con otras personas, pensar con claridad y adaptarnos a diferentes situaciones. No implica que siempre estemos en calma, más bien significa que podemos ajustar nuestros niveles de energía según lo que el momento requiera. Con esta flexibilidad podemos resolver problemas y afrontar desafíos sin sentirnos abrumados.

Hiperactivación

Cuando salimos de la ventana de tolerancia, nos encontramos o bien por encima en hiperactivación o bien por debajo en hipoactivación. Estar por encima significa estar en un estado de lucha o huida o con la mente en un estado de congelación tónica. En estos casos, las emociones como el miedo, la ira, la ansiedad, la frustración o el pánico nos controlan y perdemos la capacidad de pensar con claridad o actuar de manera coherente.

Hipoactivación

Por debajo de la ventana de tolerancia, nos encontramos en un estado de hipoactivación. Aquí podemos experimentar letargia, impotencia, tristeza, depresión, apatía, entumecimiento, fatiga y disociación. Este estado está asociado con la activación del nervio vago dorsal donde el cuerpo y la mente están desconectados y parece que todo carece de sentido.

A veces la hiperactivación y la hipoactivación se traducen también como sobreexcitación y subexcitación.

Las oscilaciones de las ramas simpática y parasimpática de nuestro sistema nervioso autónomo se producen normalmente en la llamada ventana de tolerancia.

Representada como dos límites entre una línea, la amplitud del sistema nervioso oscila en ondas relativamente uniformes hacia el límite superior y luego hacia el inferior. La distancia entre los dos límites indica cuánto margen de maniobra tenemos en nuestro sistema nervioso, cuán resistentes al estrés somos, cuánta alegría, felicidad y excitación podemos soportar sin estresarnos.

Cuando el límite se sobrepasa hacia arriba, surgen sentimientos de ansiedad o pánico debido a la sobreexcitación; también son posibles los trastornos de ansiedad, etc. En relación con el estrés, reaccionamos con las arcaicas reacciones de emergencia de la huida. Atacar o mirar fijamente como funciones protectoras que han evolucionado evolutivamente.

En este rango, la autoconciencia de la persona disminuye y se pierde el autocontrol.

Cuando la excitación desciende por debajo de la línea inferior, se producen estados disociativos, lo que significa mirar fijamente al vacío, cerrarse, no darse cuenta de nada como una especie de defensa/protección. El autocuidado y el respeto de los propios límites son débiles en este estado y la depresión o el agotamiento pueden ser las consecuencias.

Si imaginamos la salud como una balanza, a entre más estrés negativo (disstress) se exponga a la persona en un lado, más recursos tendrá que poner en la balanza del otro lado para que se establezca un cierto equilibrio.

El burnout y el trauma pueden minimizar permanentemente la distancia entre las líneas y hacer que la Ventana de Tolerancia sea más pequeña, lo que significa que se necesitan menos impulsos para llegar al estado de sobre-excitación o de sub-excitación. A la inversa, pero no necesariamente, las antiguas capacidades pueden restablecerse y abrirse otras nuevas.

¿Qué pasa en situaciones de trauma con la ventana de tolerancia?

En situaciones de trauma ocurren dos cosas importantes con respecto a la ventana de tolerancia.

Primero, se estrecha, lo que significa que se reduce el número de situaciones que consideramos manejables y aumentan las que resultan emocionalmente abrumadoras y los estímulos se vuelven gatillos que nos sacan de la ventana de tolerancia en milisegundos.

En segundo lugar, perdemos la capacidad de adaptarnos a diferentes estados según el momento del día.

Los cambios se vuelven bruscos alternando entre hiperactividad e hipoactividad o entre ansiedad y agotamiento y podemos sentirnos impotentes incluso ante las tareas y responsabilidades más básicas del día. El trabajo corporal nos ofrece una vía para conectar con el estado del sistema nervioso y guiarlo hacia la regulación.

La sala de práctica como un espacio seguro puede ser un lugar donde empezar a expandir la ventana de tolerancia volviéndo lo intolerable, manejable y enseñándonos que podemos afrontar el desasosiego y transformarlo.

El cuerpo lleva la cuenta

María Macaya cuenta una historia personal:

Hace unos años me invitaron a una cena y terminé sentada junto a una mujer que no conocía. Mientras hablábamos tuve una sensación extraña, sentí como si los pelos de mi espalda se erizaran, como cuando un gato o un perro se ponen alerta por miedo.

En ese momento no entendí la razón, solo sabía que prefería no pasar mucho tiempo con ella. Al día siguiente hablé con mi amiga, la anfitriona de la cena, y le pregunté quién era esa mujer. Me dijo, no la recuerdas, estaba en nuestro colegio cuando éramos pequeñas.

La verdad es que abandoné ese colegio a los 10 años y tenía pocos recuerdos del lugar. Recordando la sensación de incomodidad le pregunté, ¿y cómo era ella en el colegio? Mi amiga respondió, de verdad que no te acuerdas, ella era la bully de la clase. En ese momento todo hizo clic.

¿Qué fue lo que me hizo sentir incómoda?

¿La voz? ¿El olor?

Mi memoria explícita, la que recuerda datos y detalles no había conectado los puntos, pero mi memoria implícita, la que retiene sensaciones y emociones, sí lo había hecho.

El cuerpo había reaccionado a un estímulo que desencadenó una respuesta de alerta, incluso cuando mi mente consciente no tenía un recuerdo claro. Este encuentro fue un recordatorio de cómo el cuerpo puede tener memoria de experiencias pasadas, incluso cuando la mente no la registra de forma explícita.

En situaciones como esta, el cuerpo puede alertarnos ante posibles riesgos, aunque no sepamos exactamente por qué. Trabajar desde el cuerpo nos da acceso a esta memoria implícita para reemplazar viejos aprendizajes que ya no son útiles. Y crear nuevos patrones.

El yoga sensible al trauma contribuye desde este lugar. Es verdad que el cuerpo lleva la cuenta, pero es también el taller de la sanación.

Respuestas posibles

Al principio de una terapia de trauma o de burnout, se realiza un trabajo de estabilización, lo que significa buscar recursos. Las personas suelen tener una serie de capacidades que se han perdido debido a un estrés negativo que ha provocado una sobreexcitación o una infraexcitación. Con la reactivación de los recursos de la persona, por ejemplo mediante el deporte, la música, los contactos sociales, etc., se amplía la “ventana de tolerancia” y la persona cae menos rápidamente en la sobreexcitación o la infraexcitación.

En el segundo pilar del Activismo Sostenible, las estrategias de resiliencia individual, se desarrollan los recursos para las y los activistas de forma estructurada desde la perspectiva del individuo apoyándose en el ciclo de construcción de la resiliencia individual, .

El tamaño de la ventana de tolerancia indica la resiliencia de un individuo y también puede pensarse para un colectivo o una comunidad.

Con el tercer pilar del activismo sostenible, las estrategias de resiliencia colectiva, se aprovechan los recursos colectivos para ampliar la ventana de resiliencia colectiva. El proceso de liberación consiste en ampliar la ventana de tolerancia aprovechando los recursos y aprendiendo nuevas habilidades. No se trata sólo de restablecer la anchura original de la ventana, sino también de aprovechar nuevas capacidades y recursos en el sentido de una transformación y de alcanzar un estado de mayor bienestar en comparación con el estado inicial.

Cuanto más separados estén estos límites en la ventana de tolerancia y mayor sea esta amplitud, más resistentes al estrés y, por lo general, también más felices seremos.

Fuente:

Luthmann, Timo. Politisch aktiv sein und bleiben: Handbuch Nachhaltiger Aktivismus. UNRAST-VERLAG. Münster 2018. 3. Auflage. März 2021. Páginas 41 – 42

Traducido y adaptado por Rita Muckenhirn, 02.07.2023; actualizado el 25.10.2024.

Fuentes:

Macaya, María. (2024). Yoga sensible al trauma. Sanando desde el interior. Plataforma Editorial. Barcelona. Pág. 142-145